Lentamente he ido respondiendo a las peticiones e invitaciones para enseñar estos conocimientos en seminarios y talleres, conferencias, artículos de prensa, páginas web y radio y televisión, y hasta el presente he visitado y enseñado en más de cincuenta países. El conocimiento de esta historia acerca de la Serpiente de Luz me ha ido llegando despacio, por partes al principio, aunque en los últimos cinco años se ha acelerado. En un principio no entendí el pleno significado de lo que se me estaba siendo presentado. Hasta el cambio de milenio no empecé a comprender realmente lo que nos estaba sucediendo a mí y a esta energía que ahora recibe el nombre cíe Serpiente de Luz, tal y como era denominada hace cientos de miles de años. (En Oriente se le llamaba también, y al mismo tiempo, «La Gran Serpiente Blanca».) Cuando leas estas historias, permanece inmerso en tu corazón, no en tu mente, pues ésta nunca entenderá cómo las personas pueden coordinarse durante miles de años, ni el modo en que complejos acontecimientos humanos pueden ocurrir sin ningún plan humano. Pero tu corazón sí lo sabrá. En él está todo el conocimiento y toda la sabiduría. Seguro que tu corazón conocerá la Verdad y, con suerte, responderá a ella. Utilizo las historias de mi vida como forma de ofrecerte una inspiración que te ayude a encontrar el mismo lugar que está en los corazones de ambos. Cuando estás inmerso en tu corazón, no necesitas hacer nada para producir el cambio, pues éste tendrá lugar automáticamente y pleno de gracia. Pero para alcanzar tu corazón, como me han dicho todas las tribus indígenas que conozco, primero debes recordar a tu Madre Divina. Si recuerdas este primer gran concepto de todas las gentes indígenas de la Tierra, el significado interior de lo que se te da en él aparecerá. Tu Madre está viva y muy consciente, extremadamente consciente, más allá de lo que es capaz de entender el hombre industrializado del siglo XXI.
La Tierra no es una roca; posee un nombre y una personalidad en el cosmos. Y puedes creerme, conoce su nombre. Y es su espíritu, el espíritu de la Madre Tierra, lo que se esconde detrás de cada una de estas historias. Ella fue la que creó estos relatos que, tejidos con miles de otras historias procedentes de hombres y mujeres de todos los rincones del mundo, conducirán con seguridad a una completa transformación de la humanidad. Cuando termines estos relatos, ¿cómo podrías ignorar lo mucho que tu Madre te ama? Y, en agradecimiento, ¿cómo podrías negarte a ofrecer tus servicios para satisfacer las necesidades de tu Madre? Ceremonia Y, por último, el formidable significado de la ceremonia. Hace mucho tiempo, la humanidad no vivía a través de la mente, sino del corazón. Los sueños fueron los que crearon el mundo, pero ahora es el pensamiento lo que conforma nuestra forma de vida. Los viejos modos poseen un tremendo poder que la mayoría de nosotros olvidó hace ya mucho tiempo y, como verás en estas historias, es posible que a menos que lo recordemos nos veamos enfrentados a un desequilibrio que no se resolverá por sí solo, sino que deberemos ser nosotros los que lo resolvamos. Desde el día en que Adán y Eva fueron creados, su propósito y el de sus descendientes era cuidar de los «jardines». Y a medida que la humanidad ha ido desarrollándose lentamente a lo largo de cientos de miles de años, este propósito inicial nunca ha cambiado ni vacilado. El cuidado de la Madre Tierra cristalizó con el tiempo en lo que en la actualidad reconocemos como ceremonia. Y para todas las culturas primitivas e indígenas del mundo, la ceremonia ha guardado la esencia de las responsabilidades de la tribu hacia sus antepasados, remontándose en sus corazones hasta el primer hombre y la primera mujer. En mi tribu, los taos, todos los años se celebraba una ceremonia el día 30 de septiembre, un día denominado de San Jerónimo. Los taos creían que era absolutamente imprescindible celebrar esta ceremonia o la Tierra, literalmente, se saldría de su eje y todas las personas que habitaban sobre ella lo perderían todo. Solía acudir gente de todo el mundo para observar cómo los «indios» trepaban por aquel poste increíblemente alto: un árbol de treinta metros de altura, desprovisto de todas sus ramas y enterrado unos dos metros y medio para que se mantuviera vertical, tal y como creció. Mediante cuerdas colgantes, cuatro indios se esforzaban por trepar al poste y, por medio de esta ceremonia, proporcionar a la Tierra otro año durante el cual girar alrededor del Sol. Era una ceremonia bella y peligrosa que arrastraba a personas ilc todo el mundo hasta este pueblo, pero ¿realmente creían esos visitantes que si los indios no trepaban al poste, todo estaría perdido? Lo dudo. Puede que uno o dos sí lo hicieran, pero la mayoría de la gente está convencida de que las ceremonias indígenas no son más que superstición, algo sin ningún fundamento científico. Para los indios (los nativos americanos), sin embargo, ésta es la verdad de su realidad. Todas las células de su cuerpo creen firmemente en ello. La humanidad se ha separado del corazón del mundo para ir a parar a la lógica de la mente, y sus creencias están depositadas en el químico, el físico y el matemático. La ciencia les ha probado que toda esta antigua creencia en la ceremonia no es otra cosa que ignorancia. Y, sin embargo, el hombre moderno con su gran ciencia, de la que está convencido que es la «verdad» suprema, ha creado un mundo al borde de la destrucción total en menos de dos mil años, un mundo al que quizá sólo le queden unos pocos de existencia si no se toman medidas drásticas. El hombre antiguo, por su parte, con sus tontas ceremonias, ha conseguido mantenerse en él durante millones de años. Puede que si queremos sobrevivir, debamos tener en cuenta esta ancestral sabiduría, o al menos entender, incluso con nuestra mente lógica, que la ceremonia es realmente capaz de crear un mundo en equilibrio. Como nativo americano con cuerpo blanco he seguido las costumbres indígenas, pues ellas me han mostrado el secreto de la creación. No es la mente la que posee la inteligencia, sino la luz del mundo procedente del corazón. La creación siempre comienza en el corazón, y a partir de ahí es transferida a la mente. Hemos olvidado nuestra esencia y si no la recordamos muy pronto, nuestra gran mente tecnológica nos conducirá a un mundo de dolor generalizado y destrucción global. Un mundo sin corazón es un mundo mecánico separado de la Realidad.
A continuación te ofrezco unas historias que recuerdan nuestra interconexión íntima con Dios y con el proceso de la creación. Te las entrego para que tú también recuerdes y vuelvas a la armonía y al flujo del universo. El amor es la respuesta a todas las preguntas..., incluso a las preguntas de la mente