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viernes, 27 de junio de 2025

Serpiente de Luz Capitulo Seis: El Yucatán y los Ocho Templos I



La entrada de Juan Concha Cuando Ken se alejó, yo no estaba muy seguro de que fuera a volverle a ver. Habían pasado diez años desde la última vez que estuvimos juntos, pero ahora parecía que la distancia que nos separaba estaba disminuyendo. Unas dos semanas más tarde, me llamó por teléfono. Estaba tan excitado que casi no podía ni hablar. Con voz temblorosa me dijo que había estado alojado en el hotel Hilton de Walnut Creek (California), y que cuando se disponía a abandonar el hotel observó que en el vestíbulo se estaba celebrando una exposición de cristales en la que vendían unos ejemplares fantásticos. Gracias a su pequeño conocimiento de los cristales, le había llamado la atención un enorme generador de cristal de cuarzo de calidad superior, y lo había comprado. Un generador de cristal concentra tu propia energía y la usa según tus intenciones. Aquel cristal en concreto medía unos veinticinco centímetros de longitud por unos cinco de ancho. Empleado correctamente, poseía un gran poder potencial. Mientras conducía hacia su casa, al otro lado de las montañas y junto al mar, Ken sostenía el generador de cuarzo con la mano izquierda y el volante con la derecha. Estaba circulando por una autopista a algo más de cien kilómetros por hora cuando otro coche pasó por su lado como una exhalación, se metió en su carril y comenzó a girar fuera de control delante de él. Ken no tuvo más opción que dar un volantazo hacia el tráfico que venía en dirección contraria para evitar chocar contra el otro coche. Me dijo que la siguiente cosa que recordaba era que se estaba dirigiendo directamente contra un coche conducido por una mujer. Ambos se movían a gran velocidad y les separaban unos seis metros. Ken podía ver a la mujer gritando y con los brazos hacia arriba para protegerse la cara. Y entonces pareció perder la consciencia, y la siguiente cosa que recuerda fue que estaba de nuevo en su carril, circulando a poco más de veinte kilómetros por hora. No había nada delante de él. Miró por el retrovisor y pudo ver muchos coches amontonados a causa de un accidente múltiple, quinientos metros a sus espaldas, pero él estaba bien, no había sufrido ni un rasguño. No era capaz de explicar lo ocurrido. Bajó la mirada hacia el brillante cristal de cuarzo que sostenía en la mano y se preguntó si aquella piedra había tenido algo que ver con el hecho de que él siguiera vivo. Por teléfono, me preguntó: —Drunvalo, ¿por qué sigo vivo? ¿Cómo es posible que no chocara contra aquella mujer? Es imposible que haya sucedido todo esto. Yo no era capaz de responderle, por lo que le dije que le volvería a llamar. Colgué el teléfono y entré en mi sala de meditación para hablar con los ángeles. Éstos me explicaron que Ken y Juan Concha habían hecho un pacto hacía mucho tiempo por el cual ese día se cambiarían los puestos, lo que significaba que el espíritu de Ken pasaría al lugar donde estaba el espíritu de Juan, y el espíritu de Juan pasaría al cuerpo de Ken, pero sólo durante un tiempo, y que luego volverían a cambiarse. El pacto debía durar dos años. Éste es otro tema del que el público en general no suele ser consciente, pero que es conocido en muchas partes del mundo. Los espíritus avanzados pueden «entrar» en otros cuerpos bajo determinadas condiciones. Normalmente, la persona que ocupa el cuerpo muere y deja este mundo, pues ha llegado el momento en que debía morir, y el nuevo espíritu entra en él y lo devuelve a la vida. No es tan sencillo, pero tiene lugar en lo que dura una respiración. Lo que fuere que haya matado al cuerpo es reparado instantáneamente por un profundo conocimiento del modo en que funciona la creación. (Podéis creerme, la vida sobre el planeta Tierra no es lo que parece. Ni siquiera se aproxima a ello.) Hay un par de razones por las cuales un espíritu utilizaría este proceso. La primera y más evidente es para ahorrar tiempo. El espíritu avanzado no tiene que atravesar las etapas iniciales de la vida, pero en ocasiones el proceso de entrada tiene lugar a una edad muy temprana. La otra es para seleccionar a una persona con especiales habilidades, conocimiento o un puesto en la jerarquía de la Tierra que será necesario cuando el espíritu entrante tome el cuerpo para cumplir la razón de su venida a la Tierra. Este proceso se emplea por todo el universo. Para ofrecerte algo más de mi experiencia personal, yo entré en este cuerpo el 10 de abril de 1972. Durante casi nueve años antes del cambio, yo había estado hablando por telepatía con la persona que estaba en este cuerpo para prepararle para lo que iba a suceder. Entonces, cuando exhaló su último aliento, yo respiré hacia el interior de su cuerpo por primera vez e inmediatamente recuperé todos mis recuerdos. Pero a las doce horas olvidé por completo quién era en realidad y los recuerdos del cuerpo tomaron el control durante casi tres años. Realmente creí que era la persona que había nacido en aquel cuerpo. Un día, los ángeles me dijeron: —Ha llegado el momento de que recuperes tus recuerdos. Me pidieron que me tumbara sobre mi cama y me preparara. No sabía de qué estaban hablando, pero casi al instante comencé a recordarlo todo. La llegada desde otro mundo, la entrada en esta galaxia a través de la nebulosa del Cangrejo (detrás de la estrella central de las Tres Marías, las estrellas que forman el cinturón de Orión), el recibimiento de mi tatara-tatara-tatara-tata-rabuelo Machiventa Melchizedek, el paso a las Pléyades, luego a Sirio, más tarde a Venus y, finalmente, a la Tierra en 1840. (Diez años después entré en mi primer cuerpo humano mediante un nacimiento normal.) Por eso entendí perfectamente las dificultades por las que estaba atravesando Ken. En el pacto entre Ken y Juan, este último podría entrar en el cuerpo del primero durante dos años, y luego Ken volvería a recuperarlo para continuar con su vida. Este acuerdo en concreto es muy, muy poco habitual. Juan había muerto hacía unos pocos años, por lo que Ken debía entrar en otro mundo para llevar a cabo aquella hazaña. No era cosa fácil. En cualquier caso, los ángeles me pidieron que le contara todo esto a Ken. Recuerdo que estaba allí sentado, con el teléfono en las manos, incapaz de marcar su número porque no sabía cómo decírselo. Después de los tres días que habíamos pasado juntos, yo era consciente de que él no sabía nada acerca de la consciencia superior. Por fin decidí que lo mejor era exponérselo simplemente, pues me daba cuenta de que probablemente no lo iba a entender. —Ken, ¿eres tú? —Sí. ¿Has averiguado lo que sucedió? —Si, pero probablemente no vas a entender realmente lo que voy a contarte. —No importa —contestó Ken—. Después de lo que me dijiste acerca de los cristales, soy capaz de creer cualquier cosa. —De acuerdo —le dije—. Ken, según mi guía interior, esto es lo que sucedió. Le expliqué todo lo relativo a Juan Concha y cómo realmente en aquel momento él no era Ken, sino Juan. Le expliqué todo, hasta cómo Juan se iría dentro de dos años y Ken volvería. Silencio completo al otro lado del hilo telefónico. —Ken, ¿sigues ahí? Ken suspiró y habló lentamente, arrastrando las palabras: — ¿Estás loco? Y me colgó. Supuse que nunca volvería a saber de él, pero yo había seguido lo que mi guía interior creyó que sería el camino más sano: sencillamente, decir la verdad. Y dejé los resultados en manos del Gran Espíritu. Juan está vivo Pasé algún tiempo sin recibir noticias de Ken. Decidí seguir con mi vida, con el convencimiento de que él recordaría cuando llegara el momento apropiado. Me estaba preparando para ir a Yucatán, en México, para colocar los cristales especialmente programados en los templos de la selva y nunca había estado allí antes.

Me figuraba que, a partir de ese momento, probablemente iba a hacerlo sin ninguna ayuda, excepto la procedente de mi corazón. Y este primer viaje al mundo original debía mantenerse en secreto. Nadie debía saberlo, nadie excepto mi familia y unos cuantos amigos. Estaba solo. Una mañana, poco antes del viaje, sonó el teléfono mientras hacía las maletas. Era Ronda, la mujer de Ken, a la que tampoco había visto en diez años. Por el sonido de su voz me di cuenta de que estaba enfadada: —Drunvalo, sé que hace años que no hablamos, pero hay algo que debo preguntarte ahora mismo. Estoy realmente preocupada. Yo le contesté: —Hola, Ronda. ¿Estás bien? ¿Qué es lo que necesitas preguntarme? Ella respondió: —Sé que has estado trabajando con Ken, y quiero que me digas lo que hiciste con él. ¿Le diste algún tipo de drogas o algo parecido? En ese momento se me dispararon todas las alarmas. Al instante, repliqué: —No. ¿Qué es lo que quieres decir? Su voz se aceleró. —Drunvalo, en este momento Ken está arriba, en el dormitorio, completamente desnudo, con una pluma de águila en el pelo, tocando el tambor y bailando en círculos. Está fuera de sí y creo que tú tienes algo que ver con esto. ¿Qué podía decirle? De ningún modo podía explicarle lo que le había dicho a Ken. Por tanto, sencillamente le conté la verdad. —Ken no parecía el mismo la última vez que hablé con él. Le dije que esperaba que Ken estuviera bien, y ella colgó. Me quedé allí, sentado, intentando entender dónde nos llevaba todo aquello. Menos de una semana después, unos días antes de que emprendiera el viaje, Ken (Juan) me llamó. —Drunvalo, sé que estás a punto de irte a Yucatán, y tú sabes que debo estar contigo durante este viaje. No había previsto aquello. No sabía qué contestarle. Le dije que debía confirmarlo, y así lo hice. Se me comunicó que, efectivamente, él debía acompañarme en aquel viaje a México y Guatemala. Thoth me dijo que ambos tendríamos cosas que enseñarnos mutuamente. El comienzo del viaje Ken me informó de que había decidido ir en coche de California a Alburquerque, donde nos debíamos encontrar para tomar el avión. En la carretera que atraviesa Arizona, cruzando el cálido y seco desierto, se pueden encontrar «tiendas de piedras» en las que viejos mineros venden las piedras y cristales que encuentran entre la artemisa y en los ríos y montañas cercanos. Estos establecimientos no se parecen en nada a las bonitas y refinadas tiendas en las que la mayoría de nosotros adquirimos nuestros cristales. Las viejas tiendas de piedras son unos lugares decididamente mugrientos, pero a veces se puede descubrir en ellas algún estupendo cristal. Ken se había parado en una de aquellas tiendas y estaba observando una vitrina de cristal que protegía los mejores objetos cuando reparó en un péndulo de ónice negro. Estaba depositado en el estante inferior y muy hacia el fondo de la vitrina. Le picó la curiosidad y pidió que se lo enseñaran. El viejo dudó: — ¿De verdad desea ver ese péndulo? Ken se sintió sorprendido, y pensó: « ¿Por qué no?» —Sí, si me hace el favor. —Un hombre me encargó que fabricara este péndulo en los años veinte, pero nunca volvió para recogerlo —respondió el anciano—. Es usted la primera persona que, en todo este tiempo, me ha pedido que se lo enseñara. Ken tomó esto como una señal, y dijo: —Lo hizo usted para mí. Lo que pasa es que me ha llevado algún tiempo llegar hasta aquí — y lo compró, creyendo que, de verdad, el hombre lo había fabricado sólo para él.

Cuando me lo enseñó, no pude creer lo que veían mis ojos. La mayor parte de la gente utiliza péndulos pequeños, ligeros y fáciles de transportar. Aquél medía unos quince centímetros de largo y al menos cinco en la parte más ancha, y tenía forma de cono terminado en punta. Le habían perforado un agujero en la parte superior para atarle una cuerda. Al ser de ónice, era negro como el carbón, estaba muy pulido y pesaba bastante. Era también el mismo tipo de piedra que el primer cristal que Katrina había elegido para que fuera colocado en el templo de Uxmal. Ken se sentía orgullosísimo de su péndulo. Yo no sabía qué decir. No me sentía capaz de contarle que nadie utiliza herramientas psíquicas tan grandes. ¿O sí lo hacen? Los ocho templos Aterrizamos en Mérida y descansamos una sola noche. Barajamos la idea de salir a explorar la ciudad y divertirnos un poco antes de empezar, pero tanto Ken como yo nos sentíamos tan ilusionados con la idea de empezar nuestro trabajo que decidimos hacerlo directamente. Alquilamos un pequeño Toyota rojo con aire acondicionado. Nos dijeron que saldría mucho más caro, pero la verdad es que nos alegramos de poder escapar del calor de vez en cuando. Le expliqué a Ken qué era exactamente lo que estábamos haciendo allí. Le mostré el mapa de México y la lista de los ocho templos, y le dejé sentir los ocho maravillosos cristales que nunca volverían a casa con nosotros. Cada uno de ellos había sido programado por Thoth específicamente para uno de los templos. Le expliqué a Ken que los ocho templos que íbamos a visitar no habían sido erigidos en sus respectivos lugares al azar. Estaban colocados formando una espiral que se ensanchaba cada vez más. El centro exacto de esa espiral estaba situado en Uxmal, y se decía que era más pequeño que un átomo. Cada una de aquellas asombrosas pirámides también había sido construida en un emplazamiento geográfico concreto para representar y canalizar la energía de la Tierra. La energía de cada templo representaba la energía de un chakra del cuerpo humano. 1. Uxmal (México): el chakra base de un nuevo ciclo. 2. Labná: el chakra sexual, la unión de los contrarios. 3. Kaba: el tercer chakra, la fuerza de voluntad. 4. Chichén Itzá: el chakra corazón, el amor incondicional. 5. Tulum: el chakra garganta, las corrientes de sonido y su manifestación. 6. Kohunlich: el chakra tercer ojo, la glándula pituitaria; habilidades psíquicas. 7. Palenque: el chakra pineal, la preparación para el nuevo mundo. 8. Tikal (Guatemala): el chakra base de un nuevo ciclo. Esto lo sabían los mayas desde hacía muchísimo tiempo. Conocían también muchas más cosas, como el mundo está a punto de descubrir. Esta parte femenina de la Red de Conciencia de Unidad está conectada a muchas más espirales de energía femenina. Tikal está conectado con el principio de otra octava de templos encarados hacia el norte, que eventualmente vuelve a conectarse y forma un enorme círculo que procede del sur. Para poder entenderlo mejor, imagina cómo están distribuidos los ocho chakras principales del cuerpo humano. Luego observa los complejos de los templos y te darás cuenta de que sus energías están conectadas entre sí exactamente de la misma forma. Cada templo posee la energía de un chakra concreto. Por ejemplo, al igual que el cuarto chakra del cuerpo humano es el del corazón, así también el cuarto templo posee esa misma energía del corazón. Existe mucha más información esotérica relacionada con este propósito, que tiene que ver con la Red de Conciencia de Unidad que rodea la Tierra. Son estos templos, junto con otros lugares sagrados, los que realmente producen el impulso necesario para formar la red. Sin ellos, seríamos incapaces de pasar a los niveles superiores de consciencia. Estas espirales de energía de los templos invierten su dirección cada vez que se alcanza una octava de templos. Se mueven hacia el sur, desde Guatemala hacia Nicaragua, Costa Rica, Panamá y Colombia, para entrar a continuación en Perú. En este país, en el lago Titicaca, entre la isla del Sol y la isla de la Luna, la energía da un giro de noventa grados para dirigirse hacia el océano Pacífico a través de Chile. En el océano Pacífico, esta energía femenina continúa por el fondo marino hasta llegar a la isla de Pascua y sigue hasta una increíble isla llamada Moorea, en cuyo centro se encuentra el punto central del eje de la Red de Conciencia de Unidad. Si atravesáramos la Tierra siguiendo este eje, volveríamos a salir a la superficie en Egipto, a unos dos kilómetros y medio de la Gran Pirámide. Este punto estaba claramente marcado en el antiguo Egipto. Moorea posee un gran significado para la humanidad. Concentra toda la energía de la Red de Conciencia de Unidad a través del centro de su territorio con forma de corazón. Según yo lo siento, Moorea es el lugar más femenino del mundo. Desde Tikal, en Guatemala, la energía también se dirige hacia el norte, pasando por más templos mayas y luego por templos aztecas, continuando a través de México hasta alcanzar el territorio estadounidense. En Nuevo México, justo al otro lado de la (tontera entre los dos países (según me dijeron los apaches, que me aseguraron que todo esto es verdad), esta energía femenina sigue moviéndose a través de tres pirámides físicas que fueron construidas hace mucho tiempo por los nativos americanos. Estas pirámides eran necesarias como puente hacia el norte para la energía, pues en ese lugar no existía ningún campo natural de energía. Al llegar a Taos Pueblo y a la montaña Taos, continúa hacia el lago Azul, el más sagrado para los taos, y da un giro de noventa grados, exactamente igual que en el Titicaca pero en dirección contraria. El lago Azul, aunque de un tamaño mucho menor que el Titicaca, canaliza esta energía femenina exactamente del mismo modo y con el mismo poder. Desde el lago Azul, la energía pasa al monte Ute, la misma montaña sagrada de la que hablamos anteriormente. A partir de este punto continúa hacia el oeste, pasando sucesivamente de un lugar sagrado a la cumbre de una montaña, a otro lugar sagrado, hasta que llega al lago Tahoe, el lago Donner y el lago Pirámide, en California y Nevada. A continuación, se mueve con rapidez hacia el océano Pacífico y sigue a lo largo de montañas sumergidas y puntos de energía hasta alcanzar la isla de Maui y el cráter Haleakala. Desde ese lugar comienza a dirigirse hacia el sur, siguiendo la cadena de islas que hace mucho tiempo constituían Lemuria. Su destino final es otra vez la isla de Moorea, completando así el círculo. Esta energía femenina de la Red de Conciencia de Unidad forma, más o menos, un enorme círculo dividido en dos partes que se juntan en Moorea. Esta es una isla interesante y asombrosamente bella. Tiene forma perfecta de corazón y está rodeada por un arrecife de coral, que también presenta la misma forma. Cada casa de la isla tiene un dibujo de un corazón en algún lugar que dé a la calle. En ella, tu cuerpo puede sentir el amor. En aquel momento, según le dije a Ken, los Maestros Ascendidos sólo estaban interesados en corregir la red en México y Guatemala. Lo demás formaba parte de una ceremonia que vendría después. Ken estaba sentado, lleno de incredulidad. —Según lo que yo entiendo —comentó Ken—, esta Red de Conciencia de Unidad se comenzó hace más de trece mil años y se está completando justo ahora. La complejidad de este campo de energía sobrepasa todo lo que yo podría imaginar. —Ken, no tienes ni idea. Lo que hemos hablado no es más que una pequeña parte de toda la red de pirámides, templos, iglesias, monasterios, sinagogas, ashrams, kankas, edificios sagrados, mezquitas, círculos de piedra, etcétera, y fenómenos naturales como montañas, valles, manantiales, ríos, lagos, masas de agua y, lo que es más importante, vórtices, que han sido conscientemente alterados mediante la geomancia y funcionan como una unidad que realmente crea la Red de Conciencia de Unidad que rodea el planeta. Si realmente supieras las relaciones interconectadas entre todos esos lugares sagrados que están representados por más de ochenta y tres mil lugares sagrados de todo el mundo, por no mencionar todos los demás que son naturales, te sentirías abrumado. En especial cuando te dieras cuenta de que fue una sola consciencia la que concibió, organizó y creó esta asombrosa Red de Vida que el mundo denomina las «redes». »Ken, lo que me han explicado es que esta Red de Conciencia de Unidad es lo único que separa la extinción del ser humano de su ascensión. Lo que es seguro es que, en este punto de los ciclos, será una cosa o la otra.

»De ahí la importancia de nuestro viaje. El aspecto femenino de la Red de Conciencia de Unidad debe ser equilibrado para que los cambios geométricos de la red que permiten la posibilidad de la nueva consciencia femenina sagrada se conviertan en una realidad viva. Para que las mujeres de todo el mundo recuerden su íntima conexión con Dios y, con ello, sepan exactamente lo que deben hacer para traer el equilibrio a este mundo y más allá. Tenía que decirlo: —Ken, el tiempo de la precesión de los equinoccios está sobre nosotros. Sólo quedan unos veintiocho años para la llegada de 2012 y 2013, el momento en que el calendario maya afirma que será el fin de este largo ciclo. Y los cambios están siendo cada vez más rápidos. Como lo femenino está a punto de recibir el poder para decidir la dirección en la que la Tierra debe moverse, debe ser preparado. Y nosotros podemos ayudar. Uxmal Ken arrancó nuestro Toyota y salimos del hotel. Habíamos comprobado que teníamos todos los mapas que íbamos a necesitar para el viaje. Intentamos pensar en todo lo que podría hacernos falta, cosas como agua embotellada, comida para el viaje y protector solar. Sabíamos que íbamos a estar dentro de aquel coche durante bastante tiempo. Cuando salimos creíamos que todo el viaje nos llevaría unas dos semanas o algo menos, pero en realidad tardamos más de un mes en completarlo. No es fácil viajar por México y Guatemala, pues en muchos sitios las carreteras son muy deficientes. Un estadounidense mira el mapa de carreteras, y dice: —Perfecto, tardaremos una hora. Pero la realidad es que son tres o cuatro horas. Todavía no habíamos adquirido las lentas maneras mexicanas, pero aquello era inevitable. Habíamos planeado ir a los tres primeros templos el primer día, puesto que estábamos al principio de la espiral y no había demasiada distancia entre ellos. Y luego volveríamos a Mérida para pasar la noche y haríamos los otros cinco templos durante los siguientes doce días, más o menos. Uxmal está a unos ciento doce kilómetros de Mérida hacia el interior, y como a Ken le apetecía conducir, yo me recosté en mi asiento. Era la primera vez que estaba en Yucatán y no había esperado que fuera tan llano. No sé por qué, tenía la idea de que estaba cubierto de montañas y selvas. Es verdad que hay montañas y selvas en México, pero no están en Yucatán. Hay mucha maleza y resulta casi imposible avanzar sin un machete, pero para llegar a la auténtica selva hay que ir más hacia el interior. Llegamos a Uxmal fácilmente y sin problemas. Era antes de que el gobierno mexicano decidiera colocar vallas alrededor de los templos para controlar a la gente. En aquella época, prácticamente, no había nadie a quien le importaran los templos y no había necesidad de vallas. Pudimos entrar hasta los lugares sagrados, al menos hasta la mayor parte de ellos, sin pasar ningún control, y pudimos permanecer en ellos todo el tiempo que quisimos. Pero estábamos cumpliendo una misión y sentíamos que aquellos tres primeros templos tenían que quedar finalizados el primer día. Cuando entramos en los terrenos de Uxmal y nos acercamos al Templo del Mago, sentí que la vibración me penetraba hasta los huesos. Se percibía allí una energía claramente diferente de cualquier otra que yo hubiera sentido en México hasta entonces. Había vivido algo parecido en Egipto, en la Gran Pirámide. Es una sensación muy difícil de describir. De pie junto a la base del templo, tuve que inclinarme hacia atrás para ver la punta de la pirámide. Era magnífica. Tenía la piedra de ónice en mis manos, y Ken me dijo: —Drunvalo, ven aquí —Ken estaba recostado contra la pirámide mirando las piedras muy de cerca—. Mira. Y señaló el mortero que unía las piedras. Allí estaba la razón de la piedra de ónice. El mortero negro grisáceo estaba fabricado con ónice molido y cubría toda la pirámide. Es evidente que aquello supuso una recarga para ambos. En ese momento supimos con seguridad que estábamos haciendo exactamente lo que se suponía que debíamos hacer, fuera lo que fuese. Y nos echamos a reír.

Cuando cambiamos de lugar, pudimos contemplar por vez primera una vista general del emplazamiento del templo, y nos pusimos serios. Sabíamos que la pirámide cerca de la cual se suponía que debíamos colocar el cristal de ónice era la llamada Gran Pirámide, y en ese momento nos dimos cuenta de lo colosal que era aquel lugar. Se extendía varios kilómetros a la redonda. No sabíamos por dónde empezar. No tardamos mucho en encontrar a alguien que sabía exactamente dónde estaba la Gran Pirámide. Nos dirigimos hacia ella en línea recta. Tuvimos que andar un rato, pero allí estaba: majestuosamente erguida frente a nosotros. Una pirámide inmensa, impresionante. Todo lo que Thoth me había comunicado era que el cristal debía colocarse en algún lugar directamente frente a la fachada norte. Habíamos traído una brújula para estar seguros de cuál era la que daba a ese punto cardinal. Delante de la fachada norte se extendía una pradera totalmente llana que enmarcaba la pirámide. Era rectangular, creo que de unos treinta metros de largo por unos doce de ancho, y carecía de características distintivas. Ken sacó su ya famoso péndulo, al que había atado una cuerda. Esta cuerda medía casi un metro de largo. Una vez más me quedé sin poder articular palabra. Escondí una sonrisa, me senté sobre los escalones de la pirámide y observé. Ken estaba en plena acción... Lo malo es que nunca había utilizado un péndulo con anterioridad. Sólo me había oído hablar sobre ellos en Taos, cuando le conté cómo puedes encontrar cualquier cosa con uno de ellos. Él no sabía que normalmente las piedras de los péndulos miden entre dos y cinco centímetros, y que la cadena o cuerda que los sostiene puede tener entre quince y veinte. Y que los pequeños círculos se utilizan para encontrar localizaciones o la respuesta a las preguntas. Todo esto carecía de importancia. Ken se encontraba en su corazón y estaba trabajando para Dios. Su péndulo, de casi veinte centímetros y con su cuerda de casi un metro, comenzó a girar en grandes círculos, prácticamente golpeándole las piernas mientras caminaba. Era un hombre que daba la sensación de saber exactamente lo que estaba haciendo, y yo le dejé hacer. ¿Quién era yo para decirle que lo estaba haciendo mal? Ken siguió maniobrando así durante unos veinte minutos, caminando por la hierba hacia delante y hacia atrás varias veces. De repente, dejó de mover el péndulo justo cuando iba a pasar junto a mí, y me dijo: —Drunvalo, ¿cómo sé cuándo he llegado al punto especial en el que debemos colocar el cristal? Con cara seria, le respondí: —Ken, sigue lo que te marque el corazón y, de una forma u otra, lo sabrás. Realmente creía en él, pero aquello suponía un desafío para mi estrecho sendero de entendimiento espiritual. Ken pareció comprender perfectamente y comenzó a utilizar el péndulo otra vez con más energía aún y unos movimientos todavía más amplios. Esto duró unos veinte minutos más; y de pronto sucedió. Cuando Ken estaba pasando sobre un punto concreto, el péndulo giró en espiral al instante hasta alcanzar una posición única y comenzó a tirar hacia el suelo. Ken tiró hacia atrás. Estaba realmente de puntillas, con los brazos levantados y tirando con todas sus fuerzas, cuando la cuerda se rompió y el cristal de ónice se hundió con gran fuerza en el suelo unos siete centímetros. Ken volvió la cabeza hacia mí y me dirigió una mirada que significaba: «No ha sido culpa mía». Lo que realmente salió de sus Labios fue: —Y ahora, ¿qué hago? —Ken, acabas de encontrar el punto; estoy seguro. Recogí su péndulo y en el suelo quedó un agujero cónico perfecto. No cabía ninguna duda. Aquél era el punto en el que debíamos enterrar el cristal. Me eché hacia atrás un momento y contemplé el punto en relación con el conjunto del complejo, y al instante me quedó claro. El punto estaba exactamente en el centro de la pirámide, y si dibujásemos una línea imaginaria a lo largo de la pared final del edificio que estaba inmediatamente a la izquierda de la pirámide, cruzaba exactamente por ese punto. Eso haría que en el futuro resultara muy fácil encontrarlo, si ello fuese necesario. Celebramos nuestra primera miniceremonia, enterramos el cristal de ónice en el agujerito y lo tapamos. El punto desapareció como si nunca hubiera estado allí. Es interesante señalar que, diez años más tarde, el chamán y sacerdote maya Hunbatz Men me pidió que celebrara una ceremonia con él y con su tribu en Uxmal. Volví a aquel punto para ver qué sensación me producía y, ante mi sorpresa, un arbolito había crecido exactamente sobre el lugar en el que el cristal estaba enterrado. Era el único árbol de la pradera. Sentí que la Madre quería asegurarse de que nadie podría mover o tocar el cristal. ¡Qué forma más natural de hacerlo! Kaba Nos apresuramos para que nos diera tiempo a terminar con los otros dos templos. Labná debía ser el siguiente, pero mientras íbamos en el coche Thoth se me apareció y me dijo que quería que cambiásemos el orden y fuéramos primero a Kaba. A medida que nos acercábamos a ese lugar, el centro de la fuerza de voluntad, el cielo se oscureció y comenzó a llover con suavidad. El recinto del templo estaba rodeado por una cadena y daba una sensación extraña, casi carcelaria. No deseaba entrar en él, pero sabía que tenía que hacerlo. Si hubiera podido, me habría saltado aquel lugar. En la entrada nos recibieron dos ancianos; resultaría más exacto decir dos ancianos gruñones. Intentaron que nos fuéramos y volviéramos otro día, pero como comprenderás no teníamos más remedio que llevar aquello a cabo, pues los templos debían seguir su secuencia o la que nos habían indicado. Al fin, aunque a disgusto, nos dejaron entrar en el recinto del templo. Aquel sitio era mucho más pequeño que Uxmal y no creo que tardáramos más de quince minutos en encontrar el punto en el que debíamos enterrar el cristal. Utilicé mi péndulo «normal» y en unos minutos lo teníamos. Enterramos el cristal detrás de una antigua pared y salimos de allí tan pronto como nos fue posible.

Labná Salimos corriendo de Kaba como si acabáramos de asaltar una gasolinera y enfilamos hacia Labná, situado a sólo unos minutos de distancia. Al acercarnos, el cielo se despejó y una preciosa luz rosada nos envolvió como si de una neblina se tratara. Labná era el centro sexual de Yucatán y era fácil sentir su energía. En los límites del recinto del templo nos recibió una pareja joven y hermosa que parecía estar enamorada de la vida. Su forma de invitarnos a «entrar en su hogar» fue extremadamente cordial. Nos dijeron que podíamos ir a cualquier lugar que nos apeteciera y quedarnos allí tanto tiempo como quisiéramos. El cristal de este templo era la cornalina, una piedra rojiza, y la tierra y los caminos del lugar tenían el mismo color. Recuerdo que coloqué la piedra que debíamos plantar sobre el suelo y fue como si desapareciera. La piedra y la tierra eran exactamente del mismo color. Pensé en Katrina. Una vez más, sólo tardamos entre quince y veinte minutos en encontrar el punto, y enterramos el cristal en su hogar. — ¡Qué fácil es esto! —nos dijimos el uno al otro—. Deberíamos ser capaces de terminar este viaje en otros siete u ocho días. Qué poco sabíamos. Llegamos de vuelta a Mérida justo a tiempo para cenar un poco y nos fuimos derechos a la cama. En cuestión de minutos, los dos estábamos dormidos. La energía del día había sido más fuerte de lo que habíamos creído, y antes de que nos diéramos cuenta estábamos ya en brazos de Morfeo. Chichén Itzá Al día siguiente nos pusimos de nuevo en carretera, Ken conduciendo nuestro pequeño hogar rojo lejos del hogar. Teníamos la idea de terminar Chichén Itzá y seguir hacia Tulum, junto al mar Caribe, donde pretendíamos pasar nuestra tercera noche. Pero el día no transcurrió como habíamos planeado. Los retrasos menudearon e hicieron que nuestro viaje se volviera mucho más complicado de lo que habíamos creído al principio. El maravilloso cielo azul y la selva verde eran fascinantes. El olor de la jungla me hacía sentir vivo. Incluso comencé a soñar despierto con mi niñez en California. Lo que más recuerdo de mi época de crecimiento son los olores del campo donde vivía. Y el aroma de todas aquellas flores tropicales disparaba mis recuerdos. Es indudable que aquellos recuerdos formaban parte de un periodo de mi vida anterior a mi entrada en este cuerpo (en abril de 1972), pero se mantenían dormidos en mis células y yo los sentía como propios. De repente me vi sacudido de vuelta a la realidad cuando Thoth intentó llegar hasta mí. Apareció en mi visión interior y comenzó a informarme de que había hecho un cambio en el emplazamiento del cristal de Chichén Itzá. Se estaba comunicando telepáticamente, y este modo de comunicación revela mucho más que las palabras que se pronuncian. Lo que me estaba diciendo en realidad era que el emplazamiento del cristal en Chichén Itzá era tan importante para que todo funcionara correctamente, que no quería que nadie supiera dónde se situaba. Por eso me había dado una localización falsa, por si acaso otra persona leía mi lista. Thoth me miró directamente a los ojos, y me dijo: —Drunvalo, te pido que abras los ojos y yo te mostraré dónde deseo que lo coloques. Hice lo que me indicó, y al instante apareció un punto brillante de luz frente a mí, muy parecido al que había visto con Bupi Naopendara muchos años atrás. La esfera de luz se expandió formando un óvalo y se abrió una ventana a otro lugar de la Tierra. Cuando se completó, tenía un aspecto muy parecido a un brillantísimo y suave anillo dorado de luz de unos noventa centímetros de ancho por sesenta de alto. Fuera de él estaba la realidad del lugar por el que circulábamos. Dentro del anillo aparecía otro lugar. Contemplé un pequeño lago o estanque de agua color esmeralda a través de la cual nada se transparentaba. Un saliente de piedra blanquecina de unos doce metros de altura rodeaba la orilla exterior. Del borde del saliente colgaban plantas y flores, y la selva envolvía el agua. Era precioso. Estaba mirando aquel profundamente romántico agujero de agua cuando Thoth me interrumpió, y me dijo: — ¿Puedes ver lo que hay en el interior del anillo dorado? Le describí el estanque y sus elevadas paredes blancas, y Thoth pareció darse por satisfecho. Me dijo: —En lugar de colocar el cristal sobre la fachada norte de la pirámide llamada El Castillo, como te pedí que hicieras en un principio, tírala al agua cuando la encuentres. ¿Has comprendido? Le pregunté dónde estaba el agua, y el me respondió: —Te llevarán allí. No tienes que hacer nada. Y desapareció. Salí de la meditación, me volví hacia Ken, que estaba conduciendo, y le conté todo lo que acababa de suceder. No pareció extrañarle. Me miró, y dijo: —De acuerdo; sin problemas. Supongo que después del péndulo que se enterró por sí mismo en Uxmal, Ken estaba preparado para cualquier cosa. Cuando llegamos a un cartel que decía «Aparcamiento de (Chichén Itzá», Ken entró y empezó a buscar un sitio donde dejar el coche. Se volvió hacia mí, y dijo: —Drunvalo, las últimas tres veces que estuvimos en los templos nos perdimos. He leído que este sitio es muy grande y me parece que esta vez deberíamos llevar un guía. ¿Qué opinas? — ¿Por qué no? —le respondí, mientras aparcábamos el pequeño Toyota. Estábamos empezando a recoger nuestras cosas cuando un viejo indio de ochenta años o más llamó a la ventanilla de Ken. Ken se sobresaltó y se echó sobre mí, literalmente, mientras se hacía un juicio del anciano, que le estaba pidiendo que abriera la ventanilla. Ken bajó el cristal unos cinco centímetros y le preguntó qué deseaba. El anciano, sonriendo amablemente, le dijo: — ¿Desean un guía? Mirándolo en retrospectiva, no era un anciano cualquiera. Había sido enviado por el Universo y sabía exactamente lo que hacía.

Ken se sintió excitadísimo y se volvió hacia mí como si acabara de crear aquel milagro. Y quién sabe, puede que así fuera. Salimos del coche para conocer a aquel hombre. El viejo maya poseía una energía que yo había percibido con anterioridad muchas veces con algunos de mis maestros. Supe de inmediato que el hombre estaba allí para mucho más que sólo para guiarnos por el recinto del templo. Me incliné y le mostré el respeto que merecía. Era muy amigable y realmente nos «mostró» los terrenos del templo. Pasó unas cuatro horas hablando entre templo y templo, contándonos la historia secreta que se escondía tras cada uno de los edificios. Hacia el final nos condujo a la Pirámide del Castillo, el punto central del recinto, allí donde Thoth nos había pedido originalmente que colocáramos el cristal. Nos dijo que aquella pirámide era la entrada al corazón humano y la clave para el entendimiento maya. Pero a continuación, dijo algo que me sorprendió. Se volvió hacia nosotros y nos miró a los ojos con seriedad. —Esta pirámide —dijo, señalando al Castillo— y todo este gigantesco complejo están aquí por una única razón. Y esa razón no tiene nada que ver con los edificios que nosotros, los mayas, creamos. Aquí, en esta selva, hay algo mucho más poderoso e importante. Si desean seguirme, se lo enseñaré. Se volvió y comenzó a alejarse del templo, y en cuestión de minutos estábamos inmersos en la selva mexicana. Siguió avanzando a través de la espesa vegetación durante medio kilómetro y, de repente, emergió a un claro, un claro que yo reconocí en mi interior. Frente a nosotros estaba la imagen que Thoth me había mostrado de camino hacia Chichén Itzá. Allí, en la vida real, estaban el estanque de agua color esmeralda y la pared blanca de detrás. Era exactamente como Thoth me lo había enseñado. Exactamente igual. El anciano comenzó a hablar, pues tanto Ken como yo nos habíamos quedado mudos. Ligeramente excitado, su voz pareció adquirir mayor potencia. —Este pequeño lago es lo que se denomina un cenote. Para los mayas es un estanque que se abre directamente al corazón de la Madre. Tanto en la antigüedad como ahora nosotros, los mayas, lo consideramos sagrado, y constituye la verdadera razón por la cual construyeron Chichén Itzá en este lugar. No lo hicieron por ninguna otra razón, sólo para honrar este estanque sagrado. Y continuó diciendo: —En mil novecientos cincuenta, los de la revista National Geographic vinieron y dragaron el fondo, encontrando los huesos de más de trescientos mayas que se habían sacrificado a sí mismos a esta agua. Eso se llevaba a cabo durante una ceremonia, y la persona elegida para ser sacrificada recibía el gran honor de volver a la Madre de este modo honorable. »Pero cuando estaban dragando este cenote, el personal de National Geographic encontró también miles y miles de cristales junto a los huesos. Aquellos cristales contenían las oraciones de nuestros antepasados, y se los llevaron. Y por si eso no hubiera bastado para desmoralizarnos, volvieron al cabo de unos pocos años y volvieron a dragar para encontrar cualquier cristal que pudiera haber quedado en el cenote, y se fueron. «Grande fue la tristeza de mi pueblo, pero sabemos por qué estáis aquí. Con gran respeto y honor, os dejo con nuestro sagrado cenote. ¡Qué el Gran Sol bendiga lo que hacéis! Con estas palabras, se volvió y desapareció, envuelto por la jungla. Ken me miró. Sabíamos lo que teníamos que hacer. Cogimos el cristal de la tela que lo envolvía y lo sacamos a la luz. Sabíamos que Thoth había programado en aquel cristal palabras destinadas a sanar la Red de Conciencia de Unidad, pero ambos sentíamos que hacían falta más. No sé lo que Ken le habló al cristal, pero por lo que a mí respecta había visto el interior de aquel anciano y mi corazón se había conectado con él. Podía sentir y conocer la belleza del alma maya a través de él, y lo único que deseaba era ayudarles. Por eso recé al cristal, para que los mayas que viven en la actualidad pudieran despertar y recordar su antiguo pasado, recordar su sagrado conocimiento y sabiduría, y para que les fuera permitido devolver ese poder a la vida. Con estas palabras resonando aún en mi corazón, Ken arrojó el cristal al centro mismo del cenote. Cuando se hundió hasta el fondo y el agua comenzó a cargarse de aquellas oraciones, de alguna forma supe que mi relación con los mayas acababa de empezar. Lloré de alegría, pues sabía que ese cristal iba a devolver la vida al pueblo maya. Mientras las lágrimas rodaban

por mis mejillas, pude sentir cómo el poder volvía a la tierra. Me sentí enormemente humilde y excitado por lo que iba a venir en el futuro. Khan Kha Nos pareció que la ceremonia había sido completada y volvimos a la jungla para regresar al hotel. Pero al salir de ella, lo primero que vimos fue El Castillo, y su vista nos hizo desear subir hasta la cumbre una vez más. En ese momento ya no éramos más que unos turistas, pero ¿qué más daba? Era divertido. En la cumbre de la pirámide se abrían cuatro puertas. Tres de ellas estaban conectadas entre sí por un pasillo interior en forma de «U». En la abertura de la «U» había otra puerta, dando al norte, que conducía al centro mismo de la pirámide. La razón de que los mayas dispusieran así las entradas, la ignoro. Entramos por el este a las tres puertas interconectadas, y una vez dentro vimos que había empezado a lloviznar. Pensando que sería mejor que nos apresuráramos por si se ponía a llover en serio, cruzamos rápidamente la cuarta puerta sólo para sentir aquel lugar una vez más.

Para mí, la energía de aquella pirámide era una de las más poderosas del mundo. Así como la Gran Pirámide de Egipto canaliza la energía de la mente (masculina) de la Red de Conciencia de Unidad, Chichén Itzá canaliza la energía del corazón (femenina). Y a medida que la nueva energía pura y femenina de la kundalini de la Tierra comience a moverse por los cuerpos físicos de nosotros, los seres humanos, y luego a las redes, todos cambiaremos. Tenía que sentirla una vez más. Llevábamos allí unos quince minutos, sintiendo aquella energía, cuando el sonido del aguacero nos devolvió a la realidad. Al darnos cuenta de que debíamos irnos, nos miramos el uno al otro y corrimos hacia la entrada, pero era demasiado tarde. Estaba lloviendo a cántaros, tanto que sólo podíamos ver a una distancia de treinta metros. Todo el resto de la gente se había ido y estábamos completamente solos en la cumbre de aquella increíble pirámide, a excepción de un perrito que, por lo que fuere, se encontraba en nuestra misma situación. ¡No había manera de bajar! Ríos de agua bajaban por los escalones de la pirámide formando pequeñas cascadas. Para poder hacerse una idea de lo que era aquello, habría que haber estado allí. Los escalones mayas de la pirámide están pulidos como cristales por los miles de personas que suben y bajan por ellos cada año, y a diferencia de los de la Gran Pirámide de Egipto, que son inmensos, éstos sólo miden unos veinticinco centímetros de ancho. Estaban tan resbaladizos que resultaba imposible bajar por ellos. Ni siquiera el perro estaba dispuesto a intentarlo. No podíamos hacer más que esperar a que cesara la lluvia Al cabo de una hora, Ken empezó a impacientarse, pero no había nada que hacer. Miré hacia la enorme pradera que rodea la mayor parte de la pirámide y vi que había desaparecido bajo el agua. Era como si estuviéramos sentados en lo alto de una pirámide en medio de un enorme lago. La lluvia nos impedía ver la selva y sólo había agua desde el cielo hasta el suelo y hasta el borde de la pirámide. Creo que jamás podré olvidar aquella imagen. Mientras Ken se reclinaba indolentemente contra la pared de la entrada y observaba la lluvia, yo decidí ir hacia el centro de la pirámide a meditar. Llevé conmigo aquella imagen de la pirámide en medio de un lago y me senté en lo que sentí que era el centro exacto, de cara a la abierta entrada en la que Ken seguía esperando su libertad. Cerré los ojos. Comencé a sentir el fluir de la energía de mi cuerpo humano de luz, el antiguo campo Mer-KaBa de los egipcios y los judíos. Descansé durante unos minutos, simplemente sintiendo el flujo por encima y por debajo. Comencé a entrar en estados de consciencia más profundos, pero sin ningún propósito ni intención. En un momento dado pude percibir todo el campo de energía de la pirámide y me sentí conectado con los mayas. Lo que sucedió después fue de lo más extraño. Me olvidé de dónde me encontraba y, como un niño pequeño, decidí adentrarme en la pirámide para ver si podía encontrar alguna sala. No pedí permiso; tampoco albergaba ningún propósito concreto. Recuerdo con claridad cómo la tierra pasaba a mi lado mientras mi espíritu y mi cuerpo de consciencia se adentraban más y más en el espacio interior de la pirámide. Pude observar los cambios en la estructura de piedra y tierra mientras descendía. Y entonces sucedió. En realidad, fueron dos las cosas que sucedieron simultáneamente. Un gran murciélago negro salió de la lluvia torrencial, pasó volando junto a Ken y el perro y se dirigió directamente hacia mi cara. Se paró unos centímetros antes de llegar, chilló y me clavó ligeramente las garras en la cara. En ese momento exacto, y desde el interior de la pirámide, una voz de hombre gritó a escasos centímetros de mi oído izquierdo: — ¡No! Estos dos sucesos simultáneos me devolvieron de golpe a mi cuerpo con una fuerza enorme. Decir que me hicieron chocar contra mi cuerpo describiría mejor lo que pasó. Lo cierto es que estaba de vuelta. El murciélago me tocaba la cara. Instintivamente levanté el brazo y el animal voló hasta un saliente de piedra, se dejó caer hacia un lado y me observó. Yo le observé a él durante un rato hasta que comprobé que no iba a atacarme de nuevo. Luego volví a cerrar los ojos, en un intento por recuperar el equilibrio tras un sobresalto semejante. Tardé unos minutos en volver a tranquilizar mi respiración, pero cuando lo conseguí volví a estar en espíritu. Me sentí avergonzado porque sabía que nunca debería haber intentado entrar en aquel espacio sagrado sin permiso. ¿Cómo pude hacer algo semejante? La voz masculina que había gritado « ¡no!», volvió a hablar. Me dijo: —Podemos ver tu corazón, así que no te sientas mal. Sabemos que no pretendías hacer ningún daño, pero aun así no puedes entrar en esta zona sagrada. Me hablaba con un tono de voz cargado de amor y respeto, y mi corazón se abrió a él. Este tipo era puro. Muy pocas veces en la vida se encuentra uno a alguien que viva en ese nivel de consciencia. Le pregunté su nombre, y él me contestó: -Khan Kha. Luego me preguntó el mío, y yo se lo dije. Empezó a charlar conmigo como si fuera un viejo amigo. Me dijo que era el arquitecto de aquella pirámide y uno de sus protectores. Yo le dije que lo estaba haciendo muy bien. El se rió como un chiquillo. Me dijo que también era el arquitecto de una pirámide de Palenque que llamamos el Templo de las Inscripciones. Pero me dijo: —Éstos son los dos únicos templos que he diseñado. Oí unos ruidos procedentes de Ken y supe que debía irme. Me despedí de Khan Kha y honré su luz. Abrí los ojos y Ken, desde la entrada, me estaba diciendo que me levantara para irnos. Sentí la energía de Khan Kha y pensé que me gustaba aquella persona. Lo triste era que probablemente nunca le iba a volver a ver. Para entonces no tuvimos ningún problema para bajar, pues hacía ya un rato que la lluvia había cesado y Ken había esperado hasta que los escalones estuviesen más o menos secos. En unos minutos estábamos de vuelta al hotel y allí le conté a Ken todo lo que había pasado en el centro de la pirámide con Khan Kha. Días después me había olvidado por completo del señor Kha. Un apunte de historia Ken y yo decidimos pasar un día más en Chichén Itzá, pues nos habían dicho que la tarde siguiente, a la puesta del sol, iba a tener lugar un fenómeno maya secreto. El día siguiente era el 21 de marzo de 1985, el equinoccio de primavera. ¿Qué importancia tenía esto? En la base de la cara norte de la pirámide del Castillo se puede ver una gigantesca cabeza de serpiente tallada en la piedra. Está mirando hacia el norte. Pero si te sientas de cara a la pared occidental de la pirámide a la puesta del sol de ese día en concreto, sucede una cosa que debes ver para creer. Ese día, los escalones de la pirámide producen una sombra que, durante un corto periodo de tiempo, justo a la puesta del sol, conecta con la cabeza de serpiente de piedra y da la sensación de ser una serpiente completa que baja por el borde de la pirámide. ¡Es impresionante! Esta serpiente anunciaba a los mayas la llegada del equinoccio de primavera, el momento de plantar sus semillas y otros asuntos espirituales. Pero el lector de este libro debe darse cuenta de otra cosa aún más importante. Por todas partes está aumentando el número de personas espirituales, pero en México se puede comprobar la velocidad con la que están despertando. Observa lo siguiente: Ken y yo estábamos allí en 1985, y el gobierno había instalado unas gradas metálicas para que los turistas pudieran contemplar el acontecimiento. Había sitio para unas cien personas y no se llenaron. Diez años más tarde, en 1995, el sacerdote maya Hunbatz Men me pidió que participara con él en la ceremonia de Chichén Itzá, y resultó ser el mismo día, el 21 de marzo. La creciente consciencia en temas espirituales era evidente, pues estaban presentes más de cuarenta y dos mil personas. En 2005 me volvieron a pedir que celebrara la ceremonia con los mayas en Chichén Itzá (además de en otros templos) y había más de ochenta mil personas. (Véase capítulo trece.) Era un mar de gente. La visión de tantas personas despertando a la consciencia hacía que mi corazón cantara y mi mente comprendiera que la humanidad estaba por fin comenzando a abrirse lentamente como un loto a la luz del amanecer. Puede dar la sensación de que, como siempre, la vida es algo serio y que no admite distracciones, pero no es así. Estamos evolucionando de forma exponencial, incluso frente a la vida diaria y corriente que parece no saber dónde va, pero que aun así procede con rara exactitud. El ADN cósmico gira y la vida responde.

martes, 24 de junio de 2025

Serpiente de Luz: Capítulo cinco: Los ocho Templos y los Ocho Cristales




En la mayoría de las tradiciones espirituales, las habilidades psíquicas no se consideran importantes, pero sin embargo uno debe atravesar esa zona de la consciencia humana para alcanzar el otro lado. Durante mi época en la Escuela de Misterio Nakkal, y mediante la dirección de los ángeles, fui instruido en habilidades psíquicas en diversos niveles. Pero debemos tener en cuenta que el modo de la mente, la habilidad psíquica, también es considerado algo peligroso por muchas tradiciones espirituales, pues una persona puede llegar a dominar fenómenos psíquicos de niveles muy altos y aun así mantener su ego. Uno debe proceder con cuidado, pero sin dejar de proceder. Es un paso necesario para la iluminación espiritual. Cuando éramos estudiantes empezábamos con cosas sencillas, como ver el aura. Las auras son los colores electromagnéticos que irradia el cuerpo y que forman una envoltura de energía con forma de huevo. Pueden ser vistas utilizando instrumentos científicos y ordenadores, pero también mediante la consciencia humana cuando ésta ha sido entrenada. Fundamentalmente, de los hombros hacia arriba, las auras son principalmente nuestros pensamientos. Desde los hombros hasta al-rededor de las rodillas, son nuestras emociones y sentimientos. Las enfermedades corporales hacen que el color proceda de las partes afectadas, normalmente con formas geométricas, y las formas y los colores cambian cuando la enfermedad de la persona mejora o empeora. Ver auras conduce a leer auras, lo que implica un conocimiento del significado de los colores. Esto nos lleva a saber lo que las personas están pensando y las emociones que están sintiendo. Y con todo ello comenzamos a cruzar el puente sutil entre la creencia de que eres un individuo y el mundo exterior es algo independiente a ti, y el convencimiento de que sólo existe Una Consciencia y de que cualquier cosa puede ser conocida y experimentada. En este Universo Único no existen los secretos. Durante esa época de enseñanza empecé a descubrir que podía comunicarme con otras personas a grandes distancias. No quiero decir comunicarnos como si estuviéramos hablando por teléfono, sino más bien como a través de una videoconferencia, sólo que yo hablaba de forma telepática y sabía todo lo que se escondía tras las palabras. Mi primera experiencia psíquica relacionada con la telepatía tuvo lugar en 1971. Fue con una mujer india llamada Bupi Naopendara, que se me apareció por medio de un brillante punto de luz, como un sol diminuto, que parecía venir de la nada. Lo habitual era que, a poca distancia y justo frente a mí, aquel pequeño sol se expandiera, atenuara su brillo y adquiriera una forma ovalada de poco más de un metro de ancho y algo menos de un metro de alto. El centro de aquel óvalo se iba abriendo a medida que el minúsculo sol se expandía, y en medio del óvalo aparecía una ventana por la cual podía ver otro lugar. A través de ella podía contemplar a Bupi y hablar con ella como si nos encontráramos en la misma habitación. No sólo la veía a ella, sino a cualquier otra persona que ella me presentara. A veces, incluso su perro paseaba por la ventana. Aquella comunicación con Bupi se mantuvo cada día durante un año y medio. Por eso conocía ese aspecto de los siddhis (un término hindú que significa «poderes psíquicos») antes incluso de empezar a estudiar en la Escuela de Misterio Nakkal. A pesar de ello, cuando nuestra historia comienza en 1985, yo me consideraba un principiante. La mayor parte del tiempo, la experiencia del estudio psíquico resultaba excitante; a veces daba un poco de miedo, pero en general suponía un gran desafío mental. Y justo cuando estaba empezando a sentirme un poco más cómodo con aquellas inusuales ideas, mis guías interiores me empujaron al mundo para ser utilizado, y quizá probado, por la Madre Tierra. Lo cierto era que yo no sabía gran cosa. Pero, aparentemente, había determinadas cosas que podía hacer por los Maestros Ascendidos y por los guías que iban a colaborar con la consciencia y la sanacion del mundo. Ahora bien, ¿quiénes eran esos guías interiores y exteriores? Resulta un poco difícil de explicar, así que debes tener paciencia. Las dos esferas de luz, o ángeles, eran el hilo que mantenía unido todo el tapiz, pero existían muchos mentores; la mayoría de ellos estaban vivos, pero algunos no. Y la mayor parte de los maestros que estaban con vida en 1985, en la actualidad, en 2007, ya han pasado a otros niveles de ser más elevados. En aquellos días yo me sentía bastante solo, a no ser por los ángeles, que seguían guiando el curso de mi vida. Casi todos aquellos maestros estaban, de un modo u otro, conectados con la Gran Hermandad Blanca y los Maestros Ascendidos. Éstos son sencillamente personas, como tú y como yo, que espiritualmente han avanzado más que la mayor parte de la humanidad y viven en otras dimensiones de consciencia de la Tierra. Tanto la Gran Hermandad Blanca como los Maestros Ascendidos tienen personas dentro de sus órdenes, como St. Germain y Thoth, que experimentan y afectan directamente a esta Tierra tridimensional. Hasta hoy puede que haya tenido unos noventa maestros principales de todas las grandes religiones y la mayoría de las disciplinas espirituales del mundo. Sin embargo, no estoy diciendo que sea un gran estudiante. Aprendo despacio y me considero bastante vago. En realidad, estoy seguro de que tú lo hubieras hecho mucho mejor. He cometido numerosísimos errores al aprender y recordar mi conexión con Toda Vida en todas partes. Pero sí puedo afirmar que lo hice lo mejor que pude, y si he aprendido algo es que la Vida es perfecta, entera y completa, y que no carece de nada. Los Rayos de Luz, la Red de Conciencia de Unidad y la Serpiente de Luz Algo sucedió cuando viajé a Yucatán hacia 1987, una señal íntimamente relacionada con la Pirámide Nakkal y que me ayudó a hacerme mucho más consciente. Fue cuando los mayas me mostraron lo que ellos llaman «los Rayos de Luz», un fenómeno generado por la glándula pineal. Estos Rayos de Luz aparecen alrededor de la cabeza humana sólo cuando la persona está espiritualmente sana. Mis mentores y guías creían que este paso en la consciencia es absolutamente necesario para que una persona comience conscientemente el proceso de ascensión. Estos Rayos de Luz son la conexión entre la mente y el corazón, y su aparición supone un gran paso para recordar nuestra verdadera relación con el Creador. Para que una persona pueda conectarse plenamente con la energía de la Serpiente de Luz en los niveles superiores, debe tener sus Rayos de Luz en funcionamiento, al menos en un nivel mínimo. Son demasiado complejos para que pueda explicarlos en un libro como éste, pero en el futuro escribiré otro acerca de este nivel de entendimiento; si deseas una explicación ya, puedes obtenerla en mis talleres globales, donde gustosamente te ofreceré esta información personalmente. Thoth Uno de mis mentores interiores, al que a menudo se hace referencia como Thoth, el Escriba de Egipto, se me apareció varios años antes del descubrimiento de la Pirámide Nakkal. Me fue asignado por los ángeles para que estudiara con él durante un tiempo, y no cabe duda de que su experiencia y sabiduría han sido fundamentales para mi entendimiento. En 1985, Thoth me dijo: —Existe una situación de desequilibrio en la Red de Conciencia de Unidad que rodea la Tierra, concretamente en el aspecto femenino. Necesitamos tu ayuda, y al mismo tiempo esta experiencia te ayudará a crecer espiritualmente. ¿Aceptas? Y bien, en primer lugar, ¿qué es la Red de Conciencia de Unidad? La mayor parte de las personas no suelen conocer esta información, aunque sí la mayoría de los gobiernos más poderosos del mundo. Existen campos electromagnéticos de forma geométrica que rodean y contienen la Tierra por completo. Hay millones de ellos y desde el espacio parecen como una luz brillante alrededor de la Tierra. Cada una de las especies vivas de cada ser vivo, incluso de los insectos, tiene, y de hecho necesita tener, una red de energía que rodee la Tierra para que pueda existir. Los seres humanos no somos diferentes, y existen tres redes asociadas a la consciencia humana. La primera está conectada con determinados pueblos indígenas del mundo, tales como los aborígenes australianos, pues ellos son las personas vivas más antiguas. La segunda está basada geométricamente en los triángulos, y es la red que permite nuestra consciencia humana específica (del bien y del mal) sobre la Tierra. La tercera es la Red de Conciencia de Unidad, basada en el dodecaedro pentagonal interconectado con el icosaedro, y es la nueva red para la consciencia que está ahora evolucionando sobre la Tierra. Sin esta Red de Conciencia de Unidad, la humanidad nunca sería capaz de ascender al nivel superior de consciencia, por lo que su importancia resulta evidente. Fue Estados Unidos quien descubrió la segunda red y Rusia, la Red de Conciencia de Unidad. Esta Red de Conciencia de Unidad ha estado «en construcción» durante unos trece mil doscientos años, justo desde antes de «la Caída»: la caída de la consciencia, de la que habla la Biblia. Y desde la Caída, la Vida ha estado intentando restaurar esta red i.in sumamente importante para que la humanidad pudiera volver al estado de evolución en que se encontraba antes de la Caída, l'.n este nivel, es muy sencillo. Esta red consta de tres partes energéticas: la masculina, localizada en Egipto; la femenina, situada en una inmensa área circular cuyo centro se encuentra en Yucatán (México), y la infantil, o neutra, en Tíbet. Era la parte femenina la que no estaba completamente equilibrada y requería atención. Y esta parte femenina de la Red de Conciencia de Unidad es lo que constituye el foco de la historia que sigue. Será de gran ayuda entender que esta Red de Conciencia de Unidad y la Serpiente de Luz están profundamente interconecta-das. La Red de Conciencia de Unidad es el patrón que contiene y sostiene la consciencia humana en un nivel concreto, que se encuentra justo después de nuestra actual consciencia humana del bien y del mal. La kundalini, la Serpiente de Luz, es la energía que guía a la humanidad para que encuentre y acceda a esta Red de Conciencia de Unidad. Sin esta nueva vibración específica procedente de la Serpiente de Luz, la humanidad estaría perdida y jamás encontraría su camino hacia la consciencia superior. El Gran Espíritu nos ha proporcionado todo lo que necesitamos, y a la perfección. Pero hay muy pocas personas que estén directamente conectadas con esta Conciencia de Unidad y la expresen. Tiene que haber al menos dos, o no existiría. La verdad es que hay por lo menos ocho mil Maestros Ascendidos que emplean esta red para ser conscientes. Personalmente, creo que hay muchas más personas que están llevando a cabo la transformación sobre la Conciencia de Unidad mientras escribo estas palabras. Pero lo más importante para la mayoría de los seres humanos es que ésta es la red de consciencia a la que nosotros, como raza humana, estamos a punto de pasar en un futuro inmediato. La ascensión no significa necesariamente abandonar la Tierra, como sugieren algunos; es más bien un cambio en la consciencia, un cambio en cómo uno interpreta la Realidad Única. Los ocho templos y los ocho cristales Debía responder a Thoth. ¿Aceptaría su misión? Avergonzado, respondí: —Sí, ayudaré. Pero realmente no sé qué hacer. —No te preocupes, Drunvalo; sólo tienes que seguir a tu corazón. El procedimiento es siempre el mismo. —De acuerdo. ¿Qué es exactamente lo que quieres que haga? Sin dudarlo, Thoth dijo: —Necesitamos que vayas a ocho templos mayas de México y Guatemala y coloques un cristal en cada uno de ellos en un lugar específico. El emplazamiento de cada cristal debe ser perfectamente calculado al nanómetro o no funcionará, y todo lo que estés intentando fracasará. »Te mostraremos dónde colocar los primeros cuatro cristales, pero deberás descubrir por ti mismo dónde van los otros cuatro. Sólo tu corazón puede ayudarte a llevar a cabo esta tarea. Al día siguiente se me dieron los nombres de los ocho cristales, se me informó de que deberían ser de una calidad muy alta y se me encargó que los comprara ese mismo día. Fui corriendo a una tienda de cristales que conocía y descubrí que no se trataba precisamente de una compra barata. En aquel momento estaba apurado de dinero, pero no podía hacer nada y los compré. De vuelta a casa, los coloqué sobre una tela azul oscuro y entré de nuevo en meditación. Se me dijo que debía ir a casa de Katrina Raphael, que por aquel entonces era una buena amiga mía, y pedirle que me dijera en qué templo debía ir cada cristal. Aquello me pareció tonto, y hoy día sigo sin saber por qué tuve que preguntarle a Katrina. ¿No me lo podía haber dicho Thoth?

Como tanto Katrina como yo vivíamos en Taos (Nuevo México), el encargo era fácil y me acerqué en mi coche hasta su casa. Pero aquél no era un día corriente para Katrina. Era una experta en cristales que estaba escribiendo su primer libro, titulado La iluminación por los cristales, acerca de sus conocimientos especiales, y su editor le había pedido que entregara el manuscrito a las cinco de la tarde de ese mismo día. Por eso, cuando me asomé a la puerta, me dijo: —Vete, Drunvalo; hoy no. Estoy demasiado ocupada para charlar. Levanté el índice de mi mano izquierda, y dije: —Katrina, sólo necesito unos cinco minutos, por favor. —Drunvalo, por favor, voy retrasadísima. En otro momento. Pero a mí me habían dicho que me asegurara de recibir la información de dónde iban los cristales ese día. Por eso insistí, y ella me contestó: —De acuerdo, cinco minutos, ni un segundo más. Rápidamente le hablé de los ocho templos y los ocho cristales, y le entregué la lista que se me había dado. La leyó durante unos tres segundos, abrió la tela azul que contenía los ocho cristales y, sin pensarlo, señaló los templos uno a uno y anunció un cristal para cada uno, sin emplear más de ocho segundos en cada cristal. —Muy bien, Drunvalo, tengo que trabajar. —De acuerdo, de acuerdo —murmuré—. Déjame que escriba lo que acabas de decirme. Al recordar aquella experiencia, sé que realmente fue la grandeza lo que inspiró a Katrina para elegir qué cristal iba en cada uno de los templos. En mi recorrido por ellos, cada cristal que ella había elegido era siempre exactamente del mismo color principal o de la energía de ese templo. Sigo sin saber por qué no me dijeron eso de principio. Supongo que estaba aprendiendo a confiar. Mientras estaba teniendo lugar el viaje a México y Guatemala, otra parte de la historia, relacionada con los fenómenos psíquicos y la red sobre la Tierra, se engranó con él. Para contar esta parte debo volver al principio. Los taos pueblo En mi anterior y única otra vida sobre la Tierra, desde 1850 hasta 1890, viví como curandera de una pequeña tribu de Nuevo México llamada los taos pueblo. Puedo recordar cada minuto de esa vida, que forma una historia por sí misma, pero no una que necesite contar aquí. Lo importante es que mi padre en aquel tiempo era el jefe de la tribu, y mi madre estaba considerada por los taos como una gran alma. En mi vida actual, mi madre de la tribu es mi hermana mayor, Nita Page, y mi padre de la tribu es el hijo de mi hermana, Ken Page. Ahora soy su tío, aunque sólo nos llevemos cuatro años de diferencia. (Mi hermana es dieciséis años mayor que yo.) En esta vida, cada año y durante más de cuarenta, un hombre fuerte y realmente santo llamado Juan Concha, el dirigente espiritual de la tribu taos en 1985, estuvo yendo a casa de mi hermana, en California, para asegurarse de que Nita, Ken y yo nunca olvidáramos nuestras raíces. En realidad, la tribu iba a tener trabajo para nosotros en el futuro y no quería perder nuestro rastro. Los tres osos se despiertan Mi hermana fue la primera en despertar, hace mucho tiempo, a principios de los años sesenta. La tribu la recogió, confirmó quién era, y dio comienzo a un programa de entrenamiento especial creado específicamente para ella. Dentro de la tribu taos había doce tribus, y cada una de estas tribus menores poseía su propia kiva y su camino espiritual específico. Nita fue entrenada en la tribu «fetiche de cristal», que la condujo a su kiva de las profundidades de la tierra para empezar su entrenamiento. Esto resultaba tremendamente inusual, pues normalmente sólo los hombres son admitidos en las kivas. Pero debido a quién era, hicieron una excepción y le enseñaron los antiguos modos. Yo fui el segundo en despertar, en 1971, cuando las dos esferas de luz, los ángeles, se me aparecieron, pero hasta 1980 no me pidieron que fuera a Taos para comenzar mi entrenamiento con la tribu. Yo di por supuesto que, cuando llegara allí, la tribu correría hacia mí con los brazos abiertos y me acogería, pero no fue así. Anuncié que había ido para comenzar mi recuerdo. Sólo me miraron, y dijeron: —Entra en el pueblo y espera. Vendrán a buscarte cuando llegue el momento. Dos años más tarde, cuando ya casi había olvidado por qué estaba allí, Jimmy Reyna, mi futuro mentor, llegó a mi casa y me pidió que asistiera a una ceremonia tribal. Era el comienzo de un programa de entrenamiento, de doce años de duración, en el que me enseñaron gran parte de lo que he aprendido acerca de los niveles espirituales. Pasaba mucho tiempo con la hermana de Juan Concha, Cradle Flower, que me enseñó el funcionamiento interno de las formas que tenía la tribu de usar los cristales, los fetiches y los sueños para crear realidades. Aunque aprendí todo esto directamente de la tribu, fue en la vida diaria donde tuve que darme cuenta de su poder. Lo que debía dominar era el cruce del puente entre dos mundos, los dos modos de ser, tan diferentes. Mi hermana y yo esperamos durante años el despertar de Ken. Pensábamos que tendría lugar cualquier día, pero nada sucedía. Ken había crecido en la tradición católica, pero su dios era el dinero. Se había hecho muy rico con centros comerciales, puertos deportivos, restaurantes, tiendas de automóviles y muchas cosas más. Creo que puedo afirmar que Ken era un multimillonario con el materialismo instalado en el núcleo de su mundo. Pasaron los años. Tanto Nita como yo comenzamos a creer que Ken nunca iba a despertar. Finalmente, debo admitir que lo dejé a un lado y me mudé desde Nuevo México a Colorado, donde estaba viviendo en aquel momento, para continuar con mi vida. Muchos años más tarde casi me había olvidado de él, pues vivíamos en dos mundos paralelos. Y entonces un día de 1983 ó 1984, un año o dos antes de que la Pirámide Nakkal fuera descubierta, Ken tuvo una experiencia. Ken no tenía ni idea de temas como el que estamos tratando en este libro. Vivía una vida basada por entero en las cosas materiales que uno posee y con las que uno se pasea. La única parte de la vida que le importaba era el tipo de coche que conducía, la marca del traje que llevaba o la dirección donde vivía. El lado espiritual de la vida no le afectaba en absoluto. ¿Habilidades psíquicas? Ken no creía en ninguna de esas extrañas posibilidades. De hecho, si alguien hubiera hecho flotar un objeto por la habitación, al instante habría creído que era cosa del demonio. Católico cien por cien. Pero aquel día, la vida de Ken cambió para siempre. Le habían invitado a una fiesta, con vino y queso, y todo el mundo paseando y hablando de sí mismos. Pero la Madre Tierra había decidido que había llegado el momento en que Ken debía despertar. Una mujer joven se le acercó y le preguntó si le gustaría tener una «lectura». Él le respondió: — ¿Quieres leerme un libro? Ella le hizo sentarse y sacó un mazo de cartas de tarot y comenzó a hacerle una lectura, la primera de su vida. Creo que podríamos llamarla su lectura virginal. La mujer empezó a decirle cosas que sólo él conocía. No una o dos, sino muchas experiencias pasadas y profundamente escondidas, y con todo lujo de detalles. Él estaba abrumado. Nadie, y en especial ningún extraño, le había dicho jamás cosas así de sí mismo de la manera en que esta joven lo estaba haciendo. Aquello estaba alterando su concepto de la vida. Al final de la lectura, Ken estaba completamente abierto a cualquier cosa que ella dijera. Para él, estaba sucediendo un milagro. Ella se inclinó hacia él, señaló con el dedo directamente hacia su tercer ojo, bajó la voz y dijo: —Ken, tienes un tío que vive en Nuevo México y debes visitarle. Tiene algo que enseñarte. Deberás quedarte con él tres días. Aquello era la gota que colmaba el vaso. Ken sabía que yo vivía en Nuevo México, pero no podía imaginar cómo podía saberlo aquella muchacha. Dejó la fiesta y a la mañana siguiente llamó a su madre para pedirle mi número de teléfono. Aquello era algo que, sencillamente, no podía pasar por alto. Era demasiado poderoso, y su curiosidad acerca de lo que yo iba a enseñarle estaba estallando como una supernova.

Reunión

En aquella época yo estaba viviendo con mi novia en una vieja comunidad hispana cerca de Taos. Nuestro hogar era primitivo: una pequeña casita de adobe con dos habitaciones y sin un auténtico cuarto de baño. Ambos éramos artistas y pintábamos sobre el lienzo escenas de naturaleza suroccidental para poder conseguir algo que llevarnos a la boca. Yo me había licenciado en bellas artes y era un apasionado de la materia. Parece que eso nunca me abandona durante demasiado tiempo. Aunque mi entorno era precario, yo me sentía muy feliz viviendo allí. Un día recibí una llamada telefónica de Ken. No había hablado con él desde hacía casi diez años, como le dije, y nuestras vidas habían avanzado en direcciones divergentes. Ken me contó la lectura de la chica y me preguntó si podía venir a visitarme «durante tres días». —Por supuesto, Ken. Me encantará verte. Alrededor de una semana después llegó a mi humilde casa en un flamante Lincoln Town Car negro. Estaba totalmente fuera de lugar en aquella vieja y pobre comunidad hispana. Se bajó del coche con su traje de tres piezas y sus gafas de sol especiales, que se aclaran cuando te apartas del sol. Abrí la puerta. En lugar de saludar, miró hacia el interior, escrutando la habitación; luego dirigió su mirada hacia mí, y dijo: — ¿Vives aquí? No podía creer, acostumbrado a su estilo de vida, que yo pudiera realmente vivir en una casa así. ¿Qué podía decir yo? —Ken, sé que es sencilla, pero a mí la vida me parece maravillosa. Pasa. Caminó hasta una silla, le quitó el polvo con asco y se sentó. Me miró directamente a los ojos, y dijo: —Bueno, pues ya sabes lo de la lectura, pero lo que no sabes es que ella me dijo que tienes algo que enseñarme y que tardarás tres días en hacerlo. ¿De qué se trata? —Poco a poco, Ken. No tengo ni idea de lo que se supone que debo enseñarte, si es que debo enseñarte algo. Si esperas unos minutos, vuelvo enseguida y quizá pueda contestarte. Fui a la habitación trasera, donde había preparado un lugar de meditación. Me senté, y muy pronto entré en un estado de consciencia alterado, tal y como me habían enseñado. Allí, en mi visión interior, estaban los dos ángeles. Les pregunté qué querían que hiciera. —Enséñale a Ken todo lo que sepas acerca de los cristales —me dijeron. Y desaparecieron. Me levanté y pensé en ello por un momento. Yo llevaba muchos años estudiando los cristales y estaba incluso dando talleres sobre éstos para sacar algo más de dinero. (El arte y la pintura no eran suficientes, desde luego.) Si tuviera que enseñar a Ken todo lo que sabía sobre los cristales, eso nos llevaría cada minuto de aquellos tres días. Volví a entrar en la habitación en la que me esperaba Ken. —Bueno, ¿sabes ya lo que vas a enseñarme? —me preguntó. Sin rodeos, como quería Ken, le contesté: —Sí, parece ser que debo enseñarte todo lo que sé acerca de los cristales. A Ken se le salían los ojos de las órbitas y su expresión era de perplejidad. — ¡Piedras! Me vas a enseñar cosas sobre las piedras. ¡Es ridículo! Las piedras no van a ayudarme. —Ken, los cristales son algo más que piedras. Comencé a explicarle cómo los cristales están, en realidad, vivos y conscientes; algo que comprendo que está más allá de la consciencia normal, pero no más allá de la ciencia. Le enseñé la tabla periódica de los elementos, que había colgado en una pared. Le mostré cómo el carbono, el sexto elemento, está asociado con toda la química orgánica y todo lo que normalmente se considera vivo. Pero directamente debajo de él, una octava por debajo, está el silicio, el elemento principal del cristal de cuarzo y del ochenta por ciento de la corteza terrestre. Le expliqué que la ciencia había descubierto, en los años cincuenta, que el silicio posee exactamente los mismos principios de vida que el carbono, y que hoy día la ciencia entiende que el carbono y el silicio son los únicos dos elementos que se sabe que pueden crear vida. La ciencia ha encontrado formas de vida en las profundidades del océano que están vivas, conscientes y que se reproducen, cuyos cuerpos están formados enteramente por silicio, sin ningún rastro de carbono. Por tanto, cuando hablamos de cristales, debemos entender que son conscientes de mucho más de lo que los humanos admitimos. Los cristales son capaces de recibir y enviar tanto los pensamientos humanos como las emociones. Esto lo descubrió el científico Marcel Vogel, que posee más de doscientas patentes, incluida una del disco flexible de los ordenadores mientras trabajaba para la Bell Labs. Todo esto tiene sentido cuando uno se da cuenta que la primera radio del mundo estaba fabricada con cristales. Simplemente colocabas un cristal de cuarzo sobre una mesa, lo tocabas con un cable y podías escuchar la señal de radio por los altavoces. El cristal estaba recogiendo la señal electromagnética en la banda de frecuencias de la radio. Pero también los pensamientos humanos se encuentran en la escala de frecuencias electromagnéticas. Los pensamientos tienen una longitud de onda muy, muy larga, comparada con las ondas de radio; pero a excepción de esa longitud, son exactamente lo mismo. Por tanto, ¿por qué no iba un cristal a ser capaz de captar los pensamientos? Ken jamás había pensado en esto con anterioridad. — ¿Así que quieres decir que un cristal puede saber lo que estás pensando? —Sí, Ken. Pero es mucho más que eso. ¿Cómo crees que funcionan los ordenadores? No son otra cosa que cristales, y sin esos cristales los ordenadores no existirían. Es la naturaleza viva de un cristal lo que les permite hacer lo que hacen. ¿Lo entiendes? »Los cristales naturales pueden guardar un «programa», lo que significa un patrón de pensamiento, y seguir ejecutando ese patrón de pensamiento durante toda la eternidad a menos que alguien lo borre. Un cristal debidamente programado puede cambiar vastas zonas del mundo humano e influir sobre ellas. Así fue como Ken y yo comenzamos a intercambiar ideas acerca de los cristales. Nuestra discusión duró tres días, hasta que sentí que Ken se había hecho buena idea de cómo trabajaban los cristales con la consciencia humana. Al cuarto día, Ken me dio un fuerte abrazo y volvió a su mundo ligeramente cambiado. Al menos creo que entendió que un cristal era algo más que una piedra.

Serpiente de Luz: Capítulo cuatro: La Piramide Nakkal



Aquella mañana me desperté en las alturas del árido desierto de Nuevo México, a unos dos mil quinientos metros sobre el nivel del mar. Como un vasto océano, los arbustos de salvia verde grisácea se extendían hasta el horizonte en todas direcciones excepto hacia el este, donde la imponente cadena montañosa Sangre de Cristo se alzaba contra el cielo. La nieve que aún se podía contemplar en las cumbres en aquel día de comienzos de verano no era algo inusual. A veces no desaparece en todo el año. Hacia el oeste, escondido a mi vista, yacía el profundo cañón del río Grande, abriéndose camino en secreto a través de esta parte del desierto en la que no ha estado casi ningún ser humano. Al norte, a unos treinta kilómetros de mi hogar, se alzaba la segunda montaña aislada más alta del mundo, la montaña Ute. Fue en esta montaña Ute donde la caballería de Estados Unidos intentó eliminar a los utes en 1800. Como éstos pretendían defenderse contra la terrible injusticia que les estaba infligiendo el gobierno estadounidense, eran considerados peligrosos y se afirmaba que debían ser aniquilados. La caballería persiguió a los utes durante cientos de kilómetros hasta llegar a esta montaña, que recibió su nombre muchos años después en su honor. Los utes y la caballería sabían que en la montaña no había agua, pero en su desesperación los nativos ascendieron por ella para esconderse. La caballería rodeó la montaña y esperó. En realidad no estaban seguros por dónde habían ido los utes, pero esperaron, creyendo que al carecer de agua, si estaban allí arriba, tendrían que bajar. Según cuenta la historia, los utes rezaron a la Madre Tierra para que les diera agua, pues sabían que sin ella morirían en la montaña o se verían forzados a bajar para que la caballería los matara a todos: hombres, mujeres y niños. Se extinguirían. Y la Madre Tierra, que vivía en los corazones de los utes, respondió. Un manantial brotó de la montaña, nutriendo sus cuerpos y salvando sus vidas. Unos tres meses después, la caballería de Estados Unidos decidió que los utes no debían haberse refugiado en la montaña y abandonaron la búsqueda. Los utes siguen vivos en la actualidad gracias a esta montaña y a su milagro, cuya energía se difunde por todo el valle en el que yo vivía en 1985. Yacía en mi lecho pensando que algo parecía diferente o especial aquella mañana, pero no sabía por qué. Ese sentimiento permaneció en mí durante todo el día. Yo formaba parte de un grupo de hombres y mujeres que regentaba una escuela esotérica llamada Escuela de Misterio Nakkal. El nombre me lo habían dado los ángeles, que nunca me contaron el motivo. Yo sabía que los nakkals eran los antiguos sacerdotes de la Atlántida, pero fuera de eso no sabía nada más. Sencillamente acepté el nombre porque la sugerencia procedía de una fuente superior. Nuestro recinto abarcaba unas ocho hectáreas y estaba rodeado por millones de hectáreas, literalmente, deshabitadas. Teníamos dos casas de adobe, un jardín natural, una pequeña zona de apartamentos, un área de trabajo y garaje, un precioso centro de conferencias de adobe (con techos de siete metros y medio de altura y construido en forma de pentágono) y lo más importante de todo, una bella sala de oración subterránea llamada kiva. La escuela era perfecta para enseñar y aprender. Estar completamente aislados de la civilización facilitaba mucho nuestra tarea, pues no había nadie que pudiera juzgar nuestro trabajo ni nuestras acciones, que habrían resultado extraños para algunas personas de nuestra cultura actual. Cada luna nueva, por ejemplo, instalábamos una cabaña de sudación de los nativos americanos con una enorme hoguera para calentar las piedras. Unas cuarenta personas ayunábamos al menos un día antes de la sudación y, durante horas, tocábamos los tambores y cantábamos, entonando el nombre de la Madre y la presencia del Gran Espíritu, entrando en nuestros corazones y esperando a que las piedras se pusieran del color rojo anaranjado de la vida. Cuando llegaba el momento adecuado, entrábamos en la kiva subterránea rodeados de la más completa oscuridad, con humildad y sin ropa, tal y como marcaba la tradición nativa, y con una actitud de absoluta santidad para estar con la Madre. Era como estar en su seno. Prana, vacío, tierra, agua, fuego, aire, los seis elementos de la creación y la naturaleza estaban presentes al mismo tiempo en esta ceremonia.

Aquella tarde escuché a alguien que gritaba un fuerte « ¡Uau!» y corrí a ver quién era. El Sol se iba a poner en unos treinta minutos y llovía suavemente contra las montañas del este. La razón del «¡Uau!» estaba clara. Enmarcando la cadena montañosa Sangre de Cristo aparecía el arco iris más increíble que he visto en toda mi vida. No había uno solo, sino tres: un arco iris dentro de otro arco iris dentro de otro arco iris. Los intensísimos y brillantes colores vibraban como si estuvieran cargados de electricidad. Me quedé sin habla. Mientras observaba aquel milagro, me inundó el mismo sentimiento que había notado al despertarme aquella mañana. De algún modo u otro, aquel día era especial. Pero no había nada que pareciera distinto de los demás días a excepción de aquel asombroso arco iris. Sin embargo, el sentimiento se negaba a abandonarme. La mañana siguiente, una furgoneta blanca y sin rotular paró frente a nuestro centro de conferencias. Como estábamos escondidos del público y en un sitio tan remoto, era poco habitual que alguien nos encontrara cuando no se estaba llevando a cabo ningún taller.

Un grupo de cuatro hombres jóvenes, en la treintena, bajó de la furgoneta y caminó hasta la sala de conferencias donde me encontraba yo en una pequeña cocinita preparando el desayuno. Uno de ellos abrió la puerta delantera, me miró y preguntó: — ¿Sabe dónde puedo encontrar a un hombre llamado Drunvalo? Le dije quién era yo, y él fue derecho al grano: — ¿Alguna vez ha visto este dibujo? Me entregó un dibujo de la Flor de la Vida. Los diecinueve círculos me eran tan familiares como la palma de mi mano.

Yo vi este dibujo por primera vez pintado sobre una pared egipcia de seis mil años de antigüedad, y desde entonces lo he encontrado por todo el mundo: en India, Inglaterra, Irlanda, Turquía, Israel, Polonia, Suiza, Grecia, China, Japón, México y en unos cincuenta países más, casi siempre en sitios antiguos. Y seguimos descubriéndolo en distintos países todos los años. Pero lo más significativo de esta historia, como podrás comprobar, es que también lo había visto en Tíbet. Como yo llevaba impartiendo enseñanzas acerca de este dibujo desde 1984, aquellos hombres habían hecho averiguaciones sobre mí y querían saber lo que significaba. En ese punto les pregunté por qué estaban tan interesados en la Flor de la Vida. Se sentaron a mí alrededor y empezaron a relatarme una larguísima historia acerca del descubrimiento en Tíbet de una pirámide muy inusual que su equipo de exploración había encontrado unos meses antes. Lo que tenían que decirme era prodigioso. Hace ya tanto tiempo de aquello que he olvidado los nombres de aquellos cuatro hombres, pero el que parecía ser el portavoz, o el que llevaba la voz cantante, se excitó y comenzó a hablar con autoridad. Sacó mapas y fotografías que puso sobre la mesa, los extendió, y me miró directamente a los ojos. Me habló acerca del primer equipo de investigación que había intentado llegar a esta pirámide tibetana, pero me contó que sencillamente no estaban preparados para el largo y difícil viaje. Se tardaban seis meses en alcanzar la pirámide, que se encontraba a gran altura en las montañas occidentales de los Himalayas. No existían mapas claros, pues prácticamente nadie había estado jamás en aquella zona, y habían subestimado el tiempo que tardarían en llegar. Para complicar el tema aún más, la pirámide era completamente blanca y estaba permanentemente cubierta de nieve, a excepción de dos o tres semanas al año, por lo que el equipo debía cronometrar perfectamente su llegada para poder encontrar la estructura y, con suerte, entrar en ella. Me contó que el primer equipo llegó hasta el borde de las montañas desde donde se podía contemplar aquella magnífica pirámide en el valle que se encontraba a sus pies, pero no pudieron continuar, pues de haberlo hecho todo el equipo habría muerto. No tenían suficientes provisiones para el tiempo extra y no tuvieron más remedio que dar la vuelta. Yo creo que esto ocurrió a principios de la década de los ochenta. Pero sólo unos pocos años más tarde, aquellos hombres que estaban sentados alrededor de la mesa lo intentaron una vez más. En esta ocasión se prepararon mejor y llegaron a la pirámide tibetana justo en el momento en que se encontraba completamente expuesta para su exploración. Se quedaron pasmados al comprobar que, a diferencia de la Gran Pirámide de Egipto, ésta no estaba sellada. Tenía una única abertura, que permitió al equipo entrar sin hallar ningún obstáculo. Durante los dos días siguientes, me relataron cómo encontraron la pirámide, que denominaron Gran Pirámide Blanca. Explicaron el aspecto que tenía y cómo carecía de marcas, escrituras, jeroglíficos o cualquier otra cosa sobre la superficie o en las paredes, tanto interiores como exteriores, a excepción de una única imagen preferente colocada en la parte superior de una pared central de la sala principal. Se trataba de la imagen de la Flor de la Vida. Aquélla era la razón de que me hubieran buscado y encontrado en medio del solitario desierto. Querían que les hablara acerca del significado de la Flor de la Vida. Esperaban que yo les podría conducir a quienquiera que hubiera construido aquella pirámide, pues no tenían ni idea de quién podría haber sido. Yo no podía explicar lo que la Flor de la Vida «significaba realmente» en una o dos horas. Por eso se quedaron dos días. Es el dibujo de la creación de todo el universo y todo lo que éste contiene, incluyendo a todas las criaturas vivientes. Es incluso el dibujo de la creación de aspectos del universo que no son considerados cosas o materias, tales como las emociones y los sentimientos. Puse el máximo empeño y les di un minitaller sobre la de Flor de la Vida, en el que suprimí todas las ceremonias, los círculos de oración, los relatos con mensaje y, por supuesto, la cabaña de sudación de los nativos americanos. Aquellos hombres me hablaron acerca de la increíble suerte que habían tenido de ser los primeros seres humanos en tocar realmente aquella inusual pirámide. Me informaron de que no se conocía ninguna otra pirámide cerca de ella y que estaba completamente aislada en una región inaccesible de los Himalayas. Siguieron contándome lo extraño que resultaba que una pirámide así estuviera situada en un lugar en el que jamás había existido civilización alguna. El sentimiento que había tenido el día anterior de que algo especial iba a ocurrir no me había abandonado. Yo sabía que aquella información era importante, pero en realidad, en aquel momento, no sabía hasta qué punto. Cuando se fueron de la Escuela de Misterio Nakkal, llenos de entusiasmo, las fotografías que me habían mostrado de la asombrosa pirámide seguían volviendo a mi cabeza una y otra vez. Casi podía saborear la causa de su importancia, pero todavía no acudía nada a mi mente. Finalmente, un par de días más tarde, cuando me encontraba meditando, los dos ángeles aparecieron en mi visión interior, y me dijeron: —Esa construcción se llama Pirámide Nakkal. Sabemos que en este momento no lo entiendes, pero a su debido tiempo lo harás. En un futuro, todo te será revelado. Pero ¿por qué Pirámide Nakkal? ¿Y por qué Escuela de Misterio Nakkal? En aquel momento, lo único que sabía era que los nakkals eran los sumos sacerdotes de la Atlántida. No sabía que tuvieran ninguna relación con Tíbet. Había tanto que yo no sabía... Pero confié en los ángeles y los guardé en mi corazón. Cuando me hablaban, siempre me sentía como un niño pequeño que pretende entender el mundo que le rodea, unas veces desconcertado y otras excitado, pero fundamentalmente asombrado por la vida y por el modo en que los ángeles introducían el conocimiento con tanta suavidad en mi simple entendimiento. Llegó un día en que la Escuela de Misterio Nakkal se disolvió, como sucede con todas las escuelas de ese tipo, pero el recuerdo del equipo de exploración y la pirámide que habían encontrado no me abandonaba. Y a su debido momento, los ángeles me contaron toda la historia, que iré compartiendo contigo mientras continuamos caminando. La Serpiente de Luz había dejado su hogar, la Pirámide Nakkal, y se estaba moviendo libremente para encontrar un hogar nuevo y, con el tiempo, una nueva pirámide, y la Red de Conciencia de Unidad sobre la Tierra estaba casi concluida. Para 1989 y 1990, cuatro años antes de mi primer aprendizaje sobre la pirámide, la red había crecido hasta alcanzar el primer nivel de Unidad, pero la Serpiente de Luz todavía seguía buscando su sitio en la Tierra, aparentemente desfasada con el ADN cósmico. Pero jamás debemos olvidar que la Vida es perfecta.

lunes, 23 de junio de 2025

Serpiente de Luz Capitulo III: La Gran Piramide Blanca del Tibet



Tal y como ha registrado la ciencia, hace dieciséis mil años tres grandes trozos de un asteroide cayeron sobre el océano Atlántico junto a la costa de lo que hoy se conoce como el estado de Georgia, en Estados Unidos. Los sacerdotes de la Atlántida supieron que el fin de su gran país estaba cercano. Hace dos mil años, Platón denominó a este continente perdido Atlántida y habló con admiración de su cultura y su belleza, pero la mayor parte de los arqueólogos modernos siguen considerándolo solamente una leyenda. A pesar de todas las búsquedas y exploraciones realizadas a lo largo de los años para probar su existencia, no se ha podido establecer nada concluyente, pues cuando la Atlántida desapareció bajo las olas del océano Atlántico se llevó con ella toda evidencia al fondo del mar. Por eso, en este momento, no es posible comprobar esta historia. Pero es de esperar que en el futuro sí se pueda. Edgar Cayce, el Profeta Durmiente, afirmó en los años veinte que la Atlántida volvería a surgir del océano Atlántico, cerca de Bimini, antes del año 1970, y es muy posible que así lo hiciera. En enero de ese año, la revista Life informó de que muchas islitas pequeñas procedentes del fondo oceánico, que se encuentra a más de dos kilómetros y medio cíe profundidad en las cercanías de Bimini, asomaron a la superficie en diciembre de 1969. Muchas de ellas volvieron a sumergirse, pero algunas siguen estando allí hoy día. ¿Era correcta la predicción de Cayce? El tiempo lo dirá. Cayce realizó más de doce mil predicciones para los años anteriores a 1970, y sólo una de ellas resultó equivocada; una sencilla, relacionada con un hermano gemelo al que realizó un diagnóstico. Luz Espiritual del Mundo, la kundalini de la Tierra, una energía en forma de serpiente enroscada en las profundidades de la Tierra, residió dentro de este antiguo continente durante miles de años. Fue esta energía espiritual la que hizo que otras culturas acudieran de todas partes del mundo a la Atlántida en busca de iluminación, tal y como los modernos buscadores viajan de todo el mundo a India y Tíbet. Aquel inmenso asteroide realmente se precipitó desde los cielos tres mil años antes del fin de la Atlántida, pero constituyó la razón física de la desaparición del continente. La kundalini de la Madre Tierra, la Serpiente de Luz, pronto iba a empezar a mudarse a un nuevo lugar para aportar equilibrio a lo que rápidamente se iba a convertir en un nuevo mundo. Un mundo nuevo, quizá, pero este impacto iba a significar el hundimiento y la muerte de la Atlántida. Debes recordar siempre que no existen los errores. Todo sucede por razones que afectan a todos los tipos de vida, en todas partes y con absoluta precisión. Los sacerdotes internos del antiguo continente de la Atlántida, la Hermandad Nakkal, sabían, gracias a su conocimiento interior, el lugar exacto al que se mudaría y en el que se establecería la Serpiente de Luz, enroscada como una sierpe en el interior de la Tierra, para hibernar durante otro largo ciclo de trece mil años, y que al cambiar su situación sobre la superficie del planeta cambiaría también la forma en la que los seres humanos interpretan la vida. La Hermandad Nakkal sabía que tendría que abandonar la Atlántida y mudarse al lugar donde la Serpiente de Luz iba a encontrar su nuevo hogar. También sabía que, dondequiera que se instalara la Luz del Mundo, las personas que habitaran en esa región se iban a convertir en los grandes maestros espirituales del planeta. Siempre ha sido así, pues esta Luz afecta a las personas que viven cerca del lugar donde reposa y les lleva de forma natural a un estado de iluminación que depende de su capacidad para recibirlo. Los habitantes de esta nueva región iban a comenzar a despertar y a recordar su íntima conexión con todo tipo de vida, en todo lugar, y con Dios. Con el tiempo recordarían incluso el lugar sagrado del interior de sus corazones donde reside Dios y donde dio comienzo la creación. Y en su recuerdo, se convertirían en luces espirituales para el resto de la humanidad simplemente por su propio ser. Por eso, la Hermandad Nakkal comenzó a hacer planes para abandonar su amado país de la Atlántida y seguir a la fuente de su entendimiento. No tenían otra elección. Hicieron sus planes y se prepararon para irse casi doscientos años antes de que la Atlántida se hundiera finalmente en el océano, antes de verse inmersos en el caos. Con el tiempo, los nakkals siguieron a la Gran Serpiente Blanca de la kundalini de la Tierra hasta una zona remota situada en las alturas de los Himalayas, en una región occidental de lo que hoy día se denomina Tíbet. Cuando finalmente la Atlántida se hundió, hace unos trece mil años, sus sacerdotes externos (no los nakkals internos) la abandonaron rápidamente en lujosos barcos. Se vieron forzados a salir del país por los terremotos, los volcanes y los incesantes hundimientos de tierras y avenidas de agua. No se trasladaron muy lejos. Los sacerdotes externos llegaron a las costas de lo que en la actualidad es la península del Yucatán, en México, y hoy día los conocemos como los mayas. Sabemos que esto es así no sólo porque lo afirmen los mayas, sino también gracias a un antiguo documento en piedra encontrado por los arqueólogos en Yucatán, denominado Códice Troano, que se guarda L-n el Museo Británico. Se estima que tiene al menos tres mil quinientos años de antigüedad, fue traducido por el historiador Augusuis Le Plongeon y describe con gran detalle el hundimiento de la Atlántida. El calendario que los mayas tienen en el presente fue creado originalmente durante la época en que la Atlántida estaba viva y en 1 menas condiciones, y fue llevado en mano a Yucatán por los sacerdotes en su fuga de una muerte segura. Este sacerdocio externo está vivo entre los mayas actuales y su representante es Hunbatz Men, un sacerdote y chamán maya elegido en los años ochenta por los ancianos secretos como portavoz para el mundo exterior. Ahora ha sido reemplazado por un hombre humilde llamado don Pedro Pablo, también elegido por los ancianos mayas. En el interior de la cultura maya encontramos a don Alejandro Ciñió Pérez Oxlaj, que conserva la información original desde los comienzos mismos de esta cultura. Don Alejandro es en la actualidad el presidente del Alto Consejo Sacerdotal Maya, formado por más de cuatrocientos ancianos de México, Belize y Guatemala. El tiempo desvelará la profundidad de sus conocimientos y su sabiduría. La Gran Pirámide Blanca Los nakkals, los sacerdotes internos de la Atlántida, llegaron a Tíbet con tremendas dificultades para comenzar la construcción de una de las mayores pirámides del mundo. Es una pirámide hecha de sólidas piedras blancas y que, en la actualidad, da la impresión de haber sido creada en tiempos modernos, pues su estado de conservación es perfecto. Parece completamente nueva. Esta Gran Pirámide Blanca tenía dos misiones simultáneas: marcar la localización exacta de la energía kundalini de la Tierra y enfocar esa energía en beneficio de la humanidad. Creó una zona de energía que abarcaba enormes distancias; los habitantes de aquella región iban a experimentar unos cambios muy especiales en sus mentes, cuerpos y corazones. Algunos iban a cambiar más que otros, pero con entrenamiento los cambios iban a ser inevitables. Esta influencia sobre las personas hizo surgir grandes maestros espirituales, cuya iluminación alcanzó al resto del mundo. Tíbet, algunas partes de China, India y Nepal se convirtieron en el nuevo centro de la Luz del Mundo (aunque en la época de la construcción de esta pirámide, ninguno de estos países había nacido aún). Tuvieron que pasar casi seis mil años después de que la Atlántida se sumergiera en el océano antes de que la raza humana comenzara a recordar lo que realmente era y la civilización volviera a florecer una vez más. Durante todos esos miles de años, los nakkals permanecieron junto a la Gran Pirámide Blanca para protegerla y para prosperar con su energía iluminadora. Con el tiempo, los nakkals dieron origen a la raza tibetana y han perdurado hasta la época moderna. Lentamente, la influencia de la Serpiente de Luz comenzó a dar vida a grandes almas como Lao Tzu, que escribió el Tao Te Ching {Libro del recto camino}, una de las obras más importantes jamás creadas. Y por supuesto, creó el / Ching, probablemente el libro más asombroso que se haya escrito nunca y que provino también de esta región. Buda vivió dentro de su área de influencia y creó el budismo, una religión mundial que, según mi experiencia personal, posee más que ninguna otra un profundo entendimiento de los campos de energía humanos y unas dimensiones de consciencia que sobrepasan la consciencia normal de cualquier otra religión. El budismo tibetano es la única religión que aún recuerda la Mer-Ka-Ba, el cuerpo humano de luz, y lo que es más importante: lo que significa y cómo crearla y utilizarla. (La Mer-Ka-Ba es el campo humano de energía que se extiende esféricamente entre ocho y nueve metros, en todas direcciones, a partir del cuerpo físico.) Muchos grandes hombres y mujeres (aunque fundamentalmente hombres durante esta parte masculina del ciclo) surgieron allí sencillamente porque la Serpiente Blanca estaba enroscada en el interior de la Tierra bajo la Gran Pirámide Blanca construida por la antigua Hermandad Nakkal. Pero muy pronto todo esto podría cambiar una vez más. Los mayas actuales sabían, gracias a su asombroso calendario, el más exacto que la humanidad haya creado jamás, que se estaba acercando una época especial. Como el gran Sol que se asoma para desvelar el cielo matutino y la belleza del mundo vivo, algo tremendo estaba comenzando a moverse en el interior de la Tierra, algo que iba a desvelar un secreto fantástico que el alma humana perdió hace ya mucho tiempo. Muy dentro del vientre de la Madre, una energía ancestral comenzaba a moverse lentamente de un lado a otro, de una forma muy parecida a la de una serpiente que se desliza sobre la Tierra. Esta energía con aspecto de serpiente comenzó a despertar y a sentir la necesidad imperiosa de hallar un nuevo hogar y una nueva forma de expresar la vida mientras la constelación de Acuario, lentamente, comenzaba a ejercer su influencia. ¡Cada doce mil novecientos veinte años, este impulso resulta innegable! China invade Tíbet y la Serpiente de Luz comienza a moverse El Panchen Lama, el segundo en categoría tras el Dalai Lama, que entonces contaba sólo once años de edad, pidió a China en 1949 que «unificara la tierra madre», con lo que quería decir que volviera a colocar a Tíbet bajo su dominio. El dirigente comunista chino Mao Tsé Tung respondió anunciando la intención de China de «liberar a Tíbet de los imperialistas extranjeros». En 1949, China invadió Tíbet. El mundo se sentía aún cansado y enfermo por todas las muertes y el dolor provocados por la Segunda Guerra Mundial, que había terminado sólo cuatro años antes. Los británicos, que declararon en las Naciones Unidas que estaban «interesados en el mantenimiento de la autonomía tibetana», no tuvieron el corazón ni los medios para resistir a los chinos, y no apoyaron a los tibetanos ni salieron en su defensa. En el año 1959, tras el levantamiento tibetano en Lhasa y su salvaje represión por parte del gobierno chino, el Dalai Lama huyó a India en busca de refugio, seguido por miles de refugiados tibetanos. En ese mismo momento, tras un descanso de trece mil años, la Serpiente de Luz comenzó a deslizarse desde el interior de la Gran Pirámide Blanca de Nakkal hacia la superficie de la Tierra. Lentamente al principio, más y más deprisa después, esta energía kundalini comenzó a moverse a través de Tíbet. Luego, en un solo día, abandonó el país junto con el Dalai Lama y pasó a India. Fue casi como si el Dalai Lama invocara a la Serpiente para que abandonara Tíbet. Pero este movimiento de la Serpiente de Luz hacia India fue sólo el comienzo de un viaje terrenal muy, muy largo, que con el tiempo iba a atravesar la mayor parte del planeta, exactamente igual que había sucedido cuando abandonó la antigua Atlántida para mudarse a las alturas de las montañas tibetanas trece mil años antes. El gran encuentro En el otro lado del mundo, los ancianos mayas de todas las zonas de México, Belize y Guatemala convocaron un gran encuentro de todas las tribus mayas. Era la primera vez que una reunión así se convocaba en tiempos modernos, y se trataba de un acontecimiento realmente importante. Este encuentro se produjo porque el calendario maya mostraba claramente que la Serpiente de Luz iba a moverse en 1959 y que iba a necesitar la asistencia de los nativos, tanto de América del Norte como del Sur. Los ancianos mayas se reunieron para celebrar juntos una ceremonia por lo que el calendario maya estaba profetizando: el final de un gran ciclo y el comienzo de un nuevo ciclo y un nuevo mundo; un mundo en el que todos los cielos se abrirían a la humanidad y seríamos libres de explorar nuestro entorno natural de espacio, tiempo y dimensión más allá de la Tierra. La profecía había predicho una época de maravillosa paz y crecimiento espiritual. Los mayas guatemaltecos predijeron el comienzo de este nuevo ciclo para el 19 de febrero de 2013. ¿Y por qué no el 21 de diciembre de 2012, como se había predicho considerando el momento del cambio de la PE a Acuario? Lo siento, no lo sé. Esta pregunta habrá que hacérsela a los propios mayas guatemaltecos, pues son los únicos que realmente pueden entender el porqué de esta discrepancia de dos meses. Como ya hizo la Hermandad Nakkal antes que ellos, los mayas celebraron este importante encuentro para compartir sus conocimientos y su profecía, de forma que pudieran estar preparados como cultura para responder correctamente a su responsabilidad cósmica de guiar y marcar el movimiento de esta eterna Serpiente de Luz. Durante esta reunión se descubrió que los mayas de las tierras bajas, aquellos que habitan en México y Belize, habían perdido, a causa del tiempo y de los conquistadores españoles, casi todos sus conocimientos y la profecía, y que su legado vivo prácticamente había desparecido. Pero para alivio de la Madre Tierra, el legado no estaba muerto. Todavía seguía vivo en Guatemala. Allí, en lo alto de las montañas, cerca de la bella ciudad antigua de Tikal, los ancianos mayas, la mayoría de los cuales contaban más de cien años de edad, aún conservaban los conocimientos y profecías que habían llegado de la Atlántida trece mil años antes. Así que los ancianos guatemaltecos entregaron a los mayas de las tierras bajas «quince libros». Los mayas de las tierras bajas recibieron el encargo de estudiar y aprender estos conocimientos, y se les comunicó que en el futuro recibirían más libros. De este modo se inició el regreso del calendario, los conocimientos y las profecías mayas. En esa época, el mundo exterior no supo nada de este intercambio, aunque tampoco les importaba. El materialismo era lo que regía el mundo. El hombre industrial interviene Con la mejor de las intenciones, algunos exploradores del conocimiento, como José Arguelles y muchos otros, comenzaron a estudiar el calendario maya con la creencia de que los mayas de México mantenían sus conocimientos intactos, cuando en realidad no era así. Estaban limitados por una infusión incompleta de los mayas guatemaltecos. Y por eso se escribieron muchos libros acerca del calendario maya, que realmente no pueden completarse y hacerse exactos hasta que los mayas guatemaltecos no terminen de devolver sus conocimientos a los de las tierras bajas. Según los mayas de Guatemala, los mayas de las tierras bajas todavía deben leer y comprender cinco «libros» más, y afirman que el decimosexto libro, El libro de los insectos y las estrellas fijas, es el que determina el comienzo y el final de los ciclos cósmicos. Esta es la razón de que la fecha del 21 de diciembre de 2012 nunca se entendiera realmente y de que la del 19 de febrero de 2013 nunca se supiera. La Serpiente de Luz busca su nuevo hogar La Serpiente de Luz siguió al Dalai Lama a India, pero no se quedó allí. Continuó moviéndose, abriéndose camino gradualmente a través de todas las regiones de la superficie de la Tierra. Este movimiento duró unos diez años, desde 1959 hasta algún momento a finales de los años sesenta. Finalmente, cerca ya del término de su viaje por todo el mundo, la energía kundalini de la Madre Tierra bajó desde Canadá, atravesando Estados Unidos, hacia México, Belize y Guatemala, para seguir adentrándose en América Central. Cuando llegó a Panamá tuvo lugar algo increíble que la mayoría de las tribus indígenas, con excepción de los mayas, no esperaban. Cuando la Serpiente de Luz llegó al canal de Panamá, no pudo cruzarlo. El canal de Panamá era la mayor geomancia terrestre que jamás se había llevado a cabo en el mundo. Separa, literal y energéticamente, dos continentes entre sí e impidió por la fuerza que la energía kundalini cruzara hacia Sudamérica. La energía kundalini de la Tierra se quedó atascada, bloqueada. Muchos creen que la detención de la Serpiente de Luz fue la fuente de los problemas de guerras y conflictos de Colombia y otros países cercanos. La kundalini de la Tierra no podía cruzar el canal, lo que provocaba un inmenso desequilibrio energético. (Esto mismo puede suceder en una persona. Cuando la kundalini asciende por la columna vertebral, si uno de los chakras está bloqueado la energía kundalini no puede seguir subiendo, aunque lo sigue intentando. Lsto puede producir dolor, enfermedad e incluso la muerte de la persona si el problema no se soluciona.) Este hecho supuso un problema real para los indígenas del mundo, un problema que tardaría muchos años en ser resuelto. Nadie, excepto los mayas, sabía qué hacer. Perú responde al nuevo ciclo Mientras tanto, en las alturas de las montañas de Perú, un hombre plenamente iluminado llamado Óscar Ichazo, junto con otros doce hombres que le rodeaban como los apóstoles rodeaban a Jesús, estaba listo para ayudar a la energía kundalini de la Tierra a cumplir su recorrido y para preparar al mundo para la nueva era que se avecinaba. Esperaban que la Serpiente de Luz se asentara en las altas montañas del norte de Chile antes de finales de los años sesenta y que en esa época su trabajo pudiera comenzar. Así que Óscar viajó a Estados Unidos con uno de esos doce grandes hombres, Claudio Naranjo, a mediados de los años sesenta para presentar al mundo industrial una antigua forma de conocimiento basada en algo que no se comprendía en aquella época, la geometría sagrada, que Óscar denominó Arica. Claudio también se preparó para presentar otra forma de conocimiento, basada en la obra del gran ruso Sufi Gurdjieff, y que provenía de lo que recibe el nombre de eneagrama, un sistema de conocimiento que liga la transformación humana al sonido y a la música. Claudio iba a presentar un aspecto poco conocido de esta sabiduría, por la cual la personalidad humana puede ser dividida en veintisiete formas. Su propósito era sencillo: ofrecer al mundo industrial una herramienta para salir de la rueda de los «tipos de ego» y acceder al mundo superior de la iluminación. Creía que, al hacerlo, comenzaría a cambiar a todo el mundo, sacándonos de la vida materialista que llevamos, de forma que pudiéramos acceder a los chakras superiores y al mayor potencial humano. Pero todo esto finalizó unos cuantos años después de haber empezado. En un solo día Óscar paralizó la escuela que había puesto en marcha, y que se había extendido por todo Estados Unidos, y volvió a Perú. ¿Por qué? Muy sencillo: la Serpiente de Luz estaba bloqueada, su culminación no llegaba a tiempo (al menos según lo que interpretaba la mayor parte del mundo indígena) y nadie sabía cuándo lo iba a hacer. Los mayas, por supuesto, sabían con exactitud en qué consistía el problema, cómo corregirlo e incluso cuándo sería corregido. Pero permanecían en silencio y esperando. La ceremonia del águila y el cóndor Ellos sabían que este problema no podría solucionarse hasta que no se llevara a cabo la ceremonia del águila y el cóndor. Así lo afirmaba su calendario. También sabían que mover el flujo de poder de la gran Serpiente de Luz iba a requerir más energía humana que la contenida sólo en América Central y del Sur. Necesitaban la energía y la cooperación de Norteamérica. Y esta ceremonia podía reunir a América del Norte, el Águila, y a América del Sur, el Cóndor, de forma que pudieran trabajar al unísono para ayudar a esta energía kundalini de la Tierra a llegar a su destino final. Muchas tribus, incluso blancos que imitaban a los nativos, creyeron que podían llevar a cabo esta ceremonia del águila y el cóndor, y lo intentaron varias veces. Lo que no se entendió fue que la ceremonia debía aguardar hasta un determinado día del futuro y que sólo podía ser celebrada por los mayas. El 19 de febrero de 2001, tal y como había predicho el calendario maya, este pueblo y otros doscientos de América del Norte, Central y del Sur se reunieron en Guatemala, y la ceremonia del águila y el cóndor tuvo lugar al fin. Todo está documentado en una preciosa película titulada El camino blanco: visiones de los indígenas de América, que se cita al final de este libro. Cuando la ceremonia quedó concluida, ya se podía por fin hacer algo para ayudar a la Serpiente de Luz a encontrar su lugar de descanso, aquél donde podría enroscarse en las profundidades de la Tierra durante los próximos trece mil años y presentar al mundo entero los nuevos conocimientos espirituales y la energía que iba a necesitar la raza humana para seguir su camino. Los dos grandes pájaros vuelan al unísono En fechas posteriores de ese mismo año de 2001, tribus de toda América (entre las que se encontraban los esquimales, los hopis y muchas otras de Estados Unidos; los mayas, por supuesto, y más de quinientos pueblos de ambos continentes) comenzaron a trabajar juntos con un propósito único: ayudar a la Gran Serpiente Blanca a cruzar el canal de Panamá y completar su viaje. Los mayas me pidieron ayuda, pues mis raíces también forman parte de una tribu de Norteamérica: los taos pueblo de Nuevo México. Se designaron tres días, que recuerdo que fueron en septiembre de 2001, para que cada tribu y cada persona pudieran trabajar a su modo en pro de este único objetivo común. Tribus indígenas de los dos continentes, trabajando juntos el mismo día, comenzaron a celebrar ceremonias por todas partes. Recuerdo que abandoné todas mis ocupaciones durante esos tres días y me puse a meditar. En mi tradición, el método elegido es la Mer-Ka-Ba, el cuerpo humano de luz, por lo que coloqué un campo Mer-Ka-Ba viviente sobre el canal de Panamá y entré en meditación profunda, utilizando todo lo que sabía para ayudar a la kundalini de la Tierra a cruzar el canal. El primer día y el segundo pareció que no sucedía nada. Yo podía sentir la tremenda energía de todas aquellas personas dedicadas trabajando al unísono, pero no era capaz de percibir ningún cambio en la Serpiente. Estaba empezando a pensar que quizá podíamos estar fallando, pero no permití que las dudas entraran en mí ser y seguí meditando. Al final del tercer día sentí que algo estaba ocurriendo. Al principio fue como un pequeño flujo de energía, como una diminuta fuga en una presa, pero la energía siguió ensanchándose y haciéndose cada vez más poderosa. Por fin, la Serpiente de Luz se liberó y comenzó a agitarse con energía de un lado a otro como hacía cuando se estaba trasladando alrededor del mundo. Entró en Colombia, con gran fuerza y determinación, y continuó por Sudamérica, moviéndose por todas partes, entrando en cada región y en cada país. Todo el mundo indígena exhaló un gran suspiro de alivio y gritos de júbilo llenaron el aire desde los dos continentes. Los dos grandes pájaros volando al unísono, como uno solo, habían obrado el milagro. Los mayas sabían que eso era lo que iba a suceder, pues así había sido profetizado en su calendario sagrado; pero con calendario o sin él, cuando sucedió en la vida real fue excitante. Ahora es cuestión de experiencia humana y profundas emociones. Al mismo tiempo, allá arriba, en las alturas de los Andes del norte de Chile, ciento doce tribus estaban sentadas en un enorme círculo esperando la llegada de la Serpiente de Luz. El sitio exacto había sido ya predicho por los mayas, y las tribus rodeaban el lugar, cantando y bailando, haciendo de esta ceremonia el acontecimiento humano más importante en miles de años. También ayudaron a convertir a este diminuto trozo de tierra en la región más sagrada sobre la superficie del planeta. Estos hombres y mujeres puros siguieron celebrando ceremonias hasta muchos meses después, cuando la Serpiente de Luz finalmente reptó hasta su casa y entró en su sagrado lugar de descanso en la Tierra. Es un lugar que transformará la zona de Chile y Perú en unos nuevos Tíbet e India, un lugar en el que nacerán grandes maestros; unos maestros que serán brillantes luces para el mundo, tal y como lo han sido los de Tíbet e India. Mi parte en esta saga no había hecho más que empezar. Había que hacer muchas más cosas y yo no tenía ninguna premonición de los cambios que iban a acontecer en mi vida. La Madre Tierra estaba a punto de apuntarme a la tribu del arco iris de liberación e iluminación. Una parte de mi vida estaba a punto de desvelarse en formas que yo no podría haber imaginado jamás. ¿Qué otra cosa podemos hacer más que servir de ayuda?

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