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lunes, 30 de junio de 2025

Serpiente de Luz Capítulo Ocho: Te necesitamos otra vez...



Cuando regresé de mi último viaje a México y Guatemala, creí que iba a poder disfrutar de algo de tiempo para mí, pero estaba completamente equivocado. Yo creo que la Madre Tierra utiliza cada minuto de su tiempo para seguir expandiendo la consciencia e intentando poner en práctica nuevas ideas de todas las maneras que es capaz de imaginar. Thoth regresó durante una de mis meditaciones, y me dijo: —Drunvalo, te necesitamos otra vez. Es necesario que se lleve a cabo otra corrección de la red. ¿Estás listo para el servicio? Si no hubiera sido porque Ken tenía dinero y pagó gran parte tic los gastos, el último viaje habría supuesto un duro golpe para mis finanzas. Pero como no había sido así, pude permitirme continuar. Thoth me dejó claro desde el principio que Ken no iba a formar parte del próximo viaje. Pero no me especificó lo que debía conseguirse en él. Quería que me comprometiera antes de explicarme la situación. Supuse que me estaba volviendo a poner a prueba. Daba la sensación de que eso era lo que hacía constantemente, por lo que le respondí: —Thoth, tú sabes que la única razón por la que vine a la Tierra fue para ayudar a la humanidad. Dime qué es lo que necesitas. Empezó a ofrecerme una larguísima explicación que duró casi dos horas. En resumen, me dijo que la energía sexual de la mujer (de todas las mujeres de la Tierra) estaba desequilibrada con respecto a la del hombre, y que incluso aunque en aquel momento ese desequilibrio era pequeño, se haría inmenso cuando la ascensión planetaria diera comienzo al cabo de unos pocos años. Debíamos devolver un equilibrio casi perfecto a esa energía sexual o las consecuencias posteriores serían muy importantes. Como realmente no le entendía, sólo podía intentar absorber lo que me estaba diciendo. —De acuerdo, entonces. ¿Cómo quieres que empiece? Thoth empezó a hablar como si lo llevara ensayado. —Tienes que comprar un cristal de calcita verde de unos treinta centímetros cuadrados y que tenga una gran calidad. Deberás partirlo exactamente en cuarenta y dos trozos de aproximadamente el mismo tamaño, a excepción de los dos últimos, que serán un poco mayores. Yo sabía dónde podía encontrar ese cristal, pues lo había visto unos meses antes, suponiendo que todavía estuviera allí. —Sin problemas —le contesté—, sé dónde hay uno. Thoth se me quedó mirando durante un minuto sin hablar, y luego me dijo: —Cuando tengas los cuarenta y dos trozos, debes soñar que cuarenta y dos mujeres van a venir para ayudarte en este proyecto. Estas cuarenta y dos mujeres saben quiénes son, pero tú debes crear el sueño. ¿Lo has entendido? Estuve a punto de echarme a reír a carcajadas. Thoth sabía lo que estaba pensando, bajó ligeramente los ojos y me dirigió una mirada oblicua. ¿Cómo es posible conseguir que cuarenta y dos mujeres cooperen en algo? (Es broma.) —No estamos hablando de tus conceptos de la energía humana —me dijo—. Se trata de tu sueño. —Muy bien. Cuando tenga los cuarenta y dos cristales y las cuarenta y dos mujeres aparezcan por arte de magia, ¿qué debo hacer? —pregunté. Se enderezó y recuperó su habitual forma estudiada de ser. —Lo que vas a hacer debe estar perfectamente calculado. La alteración de la Red de Conciencia de Unidad sólo es posible durante unos pocos minutos. No habrá espacio ni para un error de un minuto. Por eso, en tu sueño, debes verlo suceder como si un ordenador estuviera controlando los acontecimientos. ¿Lo has comprendido? —No dije nada, y él continuó—: Existen cuarenta y dos lugares sagrados en la Tierra que deben ser cambiados de forma simultánea. Estos cuarenta y dos sitios están relacionados con los cuarenta y dos cromosomas principales del ADN humano. Cuarenta y uno de ellos están en el círculo femenino de la red, y el último está en Egipto, a unos dos kilómetros y medio de la Gran Pirámide, en medio del desierto. »Los lugares cuarenta y uno y cuarenta y dos están íntimamente conectados. El cuarenta y uno se localiza en el centro de la isla de Moorea, en el Pacífico Sur. Moorea y Egipto (el lugar número cuarenta y dos) eran los extremos del eje de la Red de Conciencia de Unidad, por lo que aquello tenía sentido. Thoth respiró profundamente y siguió diciendo: —Cuando este ajuste se realice, debes contar con un hombre y una mujer en cada extremo del eje, en Egipto y Moorea, mientras que otras cuarenta mujeres estarán también situadas en los cuarenta lugares sagrados concretos que te voy a nombrar. Debes creer en tu sueño. Ve preparando todo esto y yo te daré los detalles finales cuando nos vayamos acercando a ese momento. Thoth dejó mi meditación y yo regresé a la habitación pensando que me acababan de dar una misión casi imposible. ¿Cómo iba a encontrar a cuarenta y dos mujeres (y otro hombre y yo, por lo que en total sumábamos cuarenta y dos mujeres y dos hombres) que pudieran hacer esto exactamente el mismo día en cuarenta y dos lugares diferentes del mundo? Honradamente estaba convencido de que ni siquiera conocía a cuarenta y dos mujeres. Pero, como él me había indicado, no se trataba de lo que normalmente se considera posible; lo único que importaba era el proceso del sueño. Suspiré y dejé todo en manos de Dios. Sentí que no había forma humana de que Drunvalo pudiera conseguirlo. Fui a la tienda de cristales donde había visto la calcita verde un par de meses atrás, y todavía seguía allí. Por alguna razón, sabía que así iba a ser. Compré el cristal y, de camino hacia casa, intenté visualizar la manera de partirlo exactamente en cuarenta y dos pedazos. La verdad es que no tenía ni idea de cómo hacerlo. Decidí empezar partiéndolo por la mitad, y resultó ser más fácil de lo que había imaginado. A continuación, partí a su vez cada uno de los trozos por la mitad. Seguí haciéndolo hasta tener dieciséis pedazos, pero a partir de ese momento tuve que tener mucho más cuidado y pensar mucho cómo debía cortar cada uno de ellos para conseguir tener al final los cuarenta y dos que deseaba. Fue bastante sencillo, si exceptuamos el proceso de pensar en cómo hacerlo. Cuando partí los dos últimos trozos, completando los cuarenta y dos cristales, me sentí inmensamente orgulloso de mí mismo. Daba la sensación de que se había hecho sin esfuerzo. Ahora venía lo que creí que iba a ser la parte difícil: las cuarenta y dos mujeres. No me preocupaba el hombre. Estaba seguro de poder contar con algún amigo que quisiera hacer ese viaje para mí. Pero el hecho de encontrar a las mujeres no fue tan complicado como yo había imaginado. Me quedé allí sentado, sin hacer absolutamente nada. Una mujer, a veces dos, llegaban a la Escuela de Misterio Nakkal y me decían que se iban a un lugar sagrado del océano Pacífico, o a Perú, o a California, exactamente a los lugares a los que Thoth quería que fueran. Siempre terminaban preguntando: — ¿Quieres que haga algo mientras esté allí? A cada una de ellas le expliqué la misión y le pregunté si deseaba tomar parte en ella. Y cada una de las mujeres me respondió: —Por supuesto. Estaré encantada de ayudarte. Ya tengo el billete de avión y estoy lista para partir. Era una de las situaciones más asombrosas que yo había presenciado jamás. La parte que no les expliqué a la mayoría de ellas fueron las instrucciones finales. Pero no era necesario; todo lo que tenían que hacer era estar allí en el momento preciso con su cristal y mantener el espacio. Incluso sincronizamos nuestros relojes según el mío para ser lo más exactos posible. Aproximadamente un mes antes de que partiera para este viaje, Thoth se me apareció de nuevo en mi meditación. —Drunvalo —me dijo—, el varón del polo norte, situado en Egipto, va a sufrir un cambio sexual con la parte femenina de sí mismo, y la hembra del polo sur de la red, situada en Moorea, experimentará simultáneamente un ajuste sexual dentro de su aspecto femenino. La mujer que estará con el hombre en Egipto será la que controle todo el ajuste, mientras que el varón, que serás tú, será el actor secundario en el polo sur para controlar a la hembra que estará sufriendo el cambio. »En un momento muy concreto en el tiempo, el espacio y la dimensión, la mujer de Egipto dejará caer uno de los cristales de calcita verde en un agujero del suelo, cerca de la fuente de esta Red de Unidad que sale de la Tierra. Mientras el cristal esté cayendo, y unos pocos minutos después, es cuando el ajuste puede realizarse. »Para que se pueda llevar a cabo este trabajo, las cuarenta mujeres deben estar en sus lugares de todo el mundo, sosteniendo su trozo del cristal original y meditando acerca de este cambio en el equilibrio de la Red de Conciencia de Unidad. Thoth quería que yo fuera el varón de Moorea y me dijo que debería elegir a la mujer. Sobre ese particular, no había posible duda. Yo tenía novia, y si hubiera elegido a cualquier otra, probablemente no estaría ahora vivo para contar esta historia. Aparentemente todo estaba en orden, por lo que mi novia y yo nos dirigimos a Moorea, mientras el resto de las mujeres y el otro hombre se ponían en camino hacia sus respectivos lugares en todo el mundo. Todo lo que podía hacer era confiar en el Gran Espíritu, pues sólo Él podía coordinar un acontecimiento tan elaborado. Yo sólo estaba en contacto con una persona del grupo, la mujer de Egipto, para confirmar que todo funcionaba correctamente.

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