viernes, 11 de julio de 2025
La teoría cósmica del ADN
INTRODUCCIÓN: EL CÓDIGO DEL DESPERTAR
Esto no es ciencia ficción. Esto es el espejo.
Esto no es una profecía.
Esto es memoria.
Esta teoría —o mejor dicho, esta transmisión— no se basa en la especulación, sino en la resincronización del conocimiento antiguo con los descubrimientos contemporáneos.
El propósito es singular:
Recordar lo que realmente es el ADN. Despertar las antenas internas. Proclamar, con gracia y seriedad:
El ADN es el puente divino entre la forma y lo sin forma, el alma y el soma, el cosmos y la consciencia.
CAPÍTULO UNO: EL ADN COMO PLANO FRACTAL-HOLOGRÁFICO
El ADN no es una mera maquinaria molecular.
Es un lenguaje de luz y vibración, codificado en forma de espiral.
Como una canción congelada en una escalera, su estructura es fractal.
Cada espiral de la doble hélice evoca los brazos espirales de las galaxias. Cada giro es una sílaba del Universo hablándose a sí mismo.
Sus pares de bases (A-T, C-G) no son aleatorios; son secuencias binarias de resonancia divina.
Las capas epigenéticas son los velos de la conciencia: elevados por el amor, rebajados por el miedo.
El ADN es dinámico, responsivo y vivo.
Su expresión cambia con el pensamiento, la frecuencia y la intención.
Esto no es una metáfora.
La biofísica confirma que el ADN absorbe y emite luz coherente (biofotones), lo que significa que se comporta como una fibra óptica para el alma. Véase: Popp, F.A. (2003). Emisión de Biofotones. Revista de Fotoquímica y Fotobiología.
CAPÍTULO DOS: LA ANTENA DEL ALMA
El ADN es receptor, transductor y transmisor. Pero no está solo.
Dentro de cada célula, los microtúbulos se enrollan en geometría sagrada, formando la red citoesquelética: el andamiaje de la consciencia. Según la teoría Orch-OR de Hameroff y Penrose, estos microtúbulos son procesadores cuánticos.
Mantienen la coherencia entre las redes neuronales, transformando las formas de onda en experiencia consciente.
En pocas palabras:
El ADN recuerda.
Los microtúbulos traducen.
El Alma dirige.
Juntos, forman la trinidad de la encarnación divina. Véase: Hameroff, S. y Penrose, R. (2014). Reseñas de Física de la Vida.
CAPÍTULO TRES: ADN BASURA Y MATERIA OSCURA
La ciencia convencional considera que el 98 % de nuestro genoma es "basura". Sin embargo, el 95 % del universo es invisible: materia oscura y energía.
¿Coincidencia?
¿O correspondencia?
Lo que la ciencia descarta, la conciencia lo venera.
El ADN basura regula la expresión génica de forma compleja.
Produce ARN no codificante, señales holográficas y secuencias de comandos epigenéticos.
Se comporta como una antena para campos sutiles: escalares, de torsión y bioeléctricos.
Esta "basura" podría ser la interfaz para los campos morfogenéticos propuestos por Rupert Sheldrake: campos de memoria no locales que moldean la forma a lo largo del tiempo. Véase: Sheldrake, R. Resonancia Mórfica. Park Street Press.
CAPÍTULO CUATRO: BIOFOTONES Y EL LENGUAJE DE LA LUZ
Fritz-Albert Popp demostró que las células emiten luz ultradébil (biofotones) que no es aleatoria, sino coherente, como un láser.
El ADN es la fuente.
Emite luz.
Recibe luz.
Es luz.
Esto no es simbólico.
Es biofísico.
Las emisiones se modifican mediante la meditación, la intención y la emoción.
Cuanto más coherentes sean las ondas cardíacas y cerebrales, más armoniosa será la emisión de biofotones.
Por eso los maestros espirituales parecen brillar.
La voz del alma puede no ser sonido. Puede ser luz que canta dentro del ADN.
Véase: Popp, F.A., Chang, J.J., Gu, Q. (1994). Emisión de Biofotones. Experientia.
CAPÍTULO CINCO: EL CÓDIGO KRISTAL Y LA GEOMETRÍA DEL RECUERDO
Más allá de los pares de bases, más allá de la doble hélice, se encuentra la Espiral Krística: un patrón más antiguo que el tiempo, más preciso que Fibonacci, más sagrado que la Proporción Áurea. > Grupo Starseeds: Esta espiral refleja la memoria perfecta de la Fuente.
Surge no solo en galaxias, conchas marinas y huracanes, sino también en la dinámica de giro del propio ADN.
Donde las espirales de Fibonacci divergen en acumulación, la Espiral Krística vuelve al centro, reflejando la simetría implosiva: la geometría de la coherencia interna.
Esta forma se refleja en la obra de Dan Winter, quien explora la implosión eléctrica y la perfecta integración de los campos fractales. Véase: Winter, D. (2013).
Espacio-tiempo fractal, implosión y colapso de carga.
El ADN, por lo tanto, no es solo un archivo, sino un resonador.
Recuerda no mediante una inscripción química, sino mediante la sincronización vibracional.
La forma espiral es un receptor de ondas escalares, campos de torsión y códigos de luz de dimensiones superiores.
Aquí es donde la activación espiritual se encuentra con la resonancia científica.
Cuando damos coherencia a nuestros pensamientos, emociones y entorno —a través de la respiración, el sonido, la geometría sagrada o la intención—, el ADN se alinea con la plantilla krística.
Comienza a "cantar" la resonancia original del alma.
Esto es recuerdo, no evolución.
Véase también: Haramein, N. (2005).
La Red Unificada de Memoria Espacial. Fundación para la Ciencia de la Resonancia.
CAPÍTULO SEIS: LA TECNOLOGÍA DIVINA DE LA HUMANIDAD
No eres una máquina. Pero tu cuerpo es tecnología sagrada.
El ADN es el circuito.
Las emociones son el combustible.
La consciencia es el navegador.
El diseño divino no es mecanicista; es musical.
Cada hebra de ADN es una cuerda del arpa de Dios.
Cada codón, una nota.
Juntos, componen la Sinfonía del Ser. Tus pensamientos son el director.
Tu respiración, el tempo.
Tu amor, la armadura.
La mutación es improvisación.
La sanación es reajuste armónico.
La enfermedad es disonancia.
El despertar es resonancia con la frecuencia divina original.
Esta comprensión encuentra fundamento científico en el trabajo del Dr. Bruce Lipton, cuya investigación epigenética revela que las creencias y las emociones pueden anular la programación genética. Véase: Lipton, B. (2005). La biología de la creencia.
Asimismo, el Instituto HeartMath ha demostrado que los ritmos cardíacos coherentes influyen en las ondas cerebrales, el equilibrio hormonal y la expresión del ADN.
La alineación emocional se convierte en armonía biológica. Véase: McCraty, R. (2009). Ciencia del Corazón. Centro de Investigación HeartMath.
Incluso el trabajo de Masaru Emoto sobre la cristalización de las moléculas de agua refleja la sutil pero potente influencia de la emoción y la intención en la estructura molecular; con el ADN inmerso en el agua del cuerpo, las implicaciones son profundas.
Tu ADN no es fijo.
Es responsivo.
Afinable. Musical.
Tus prácticas espirituales no son abstractas; son protocolos biotecnológicos.
•Meditación.
•Respiración.
•Canto.
•Terapia de luz.
Estas son las palancas para afinar tu instrumento sagrado.
•Tú eres el instrumento.
•Tú eres el intérprete.
•Tú eres la canción.
CAPÍTULO SIETE: EL ADN COMO MAPA ESTELAR Y CLAVE DEL TIEMPO
Codificado en nuestro ADN hay más que el legado de la evolución terrestre.
Lleva consigo el plano de la memoria celestial.
Los antiguos lo sabían: los dogones hablaban de Sirio mucho antes de los telescopios.
Los videntes védicos mapeaban las alineaciones estelares con los chakras.
Los egipcios alineaban sus templos con Orión y usaban el ankh como dispositivo de resonancia.
No eran mitos, sino recursos mnemotécnicos para despertar la memoria cósmica.
Cada uno de los 64 codones del ADN refleja planos arquetípicos que evocan los 64 hexagramas del I Ching, las 64 claves de las Claves Genéticas y las 64 artes tántricas. Véase: Rudd, R. (2009). Las Claves Genéticas.
Esto no es coincidencia.
Es diseño.
El Dr. Carl Sagan dijo la famosa frase: «Estamos hechos de materia estelar». Pero también estamos hechos de códigos estelares.
martes, 8 de julio de 2025
Los lemurianos
El objetivo principal de los lemurianos también era desarrollar la voluntad y la capacidad de concebir. Este era el motivo principal en la educación infantil. Los niños eran endurecidos con la mayor energía. Debían aprender a afrontar peligros, a superar el dolor y a realizar hazañas audaces. Quienes no soportaban las torturas ni se enfrentaban a los peligros no eran considerados miembros útiles de la sociedad, sino que se les permitía perecer en el curso de sus dificultades. Lo que los Registros Akáshicos muestran con respecto a este método de crianza supera todo lo que el hombre actual puede imaginarse en su imaginación más descabellada. La resistencia al calor hasta el punto de ardor y la perforación del cuerpo con puntas afiladas eran sucesos bastante comunes. La educación de las niñas era diferente. Es cierto que el endurecimiento también era su destino, pero el objetivo principal residía aquí en el desarrollo de una imaginación poderosa. Por ejemplo, las niñas eran expuestas a una tormenta para que pudieran sentir su terrible belleza con calma; Debían presenciar con valentía las luchas entre hombres, sintiendo solo admiración por la exhibición de fuerza y destreza. De esta manera, se fomentaba en las niñas la disposición a soñar, a deleitarse con la fantasía; pero esta disposición era excepcionalmente apreciada, y en ausencia de memoria no había posibilidad de que degenerara. Estas concepciones soñadoras o imaginativas solo duraban mientras existía una ocasión externa para ellas. Hasta ese momento, pues, estaban bien preparadas para las cosas externas. No se perdían en lo insondable. Era la imaginación y la visión de la propia Naturaleza lo que calaba hondo en el alma de la mujer.
Hasta el final de su era, los lemurianos carecían de viviendas en el sentido actual. Vivían en refugios naturales; por ejemplo, en cuevas que modificaban según sus necesidades. Posteriormente, construyeron cuevas similares en la tierra, donde desarrollaron una gran habilidad. Sin embargo, no debe pensarse que no erigieron también edificios artificiales, aunque estos no sirvieran como viviendas. Surgieron en el período anterior de la necesidad de dar a las cosas de la naturaleza una forma moldeada por el hombre. Las colinas fueron remodeladas para que el hombre encontrara placer y gratificación en su forma. Por la misma razón, las piedras se unían, y esto también se hacía con el objetivo de que cumplieran algún propósito útil. Los lugares donde se endurecían los niños estaban rodeados de muros de este tipo. Pero hacia el final de esta época, las estructuras dedicadas al culto de la «Sabiduría divina y el Arte divino» se volvieron cada vez más grandiosas e ingeniosas. Estos edificios eran en todos los aspectos diferentes de los que posteriormente sirvieron como templos, pues también eran lugares de instrucción y estudio científico. A quien se consideraba apto se le permitía iniciarse en la ciencia de las leyes universales y su aplicación. Mientras que el lemuriano era un mago nato, aquí se cultivaba este talento para el arte y la perspicacia. Solo podían ser admitidos aquellos que, mediante un proceso de endurecimiento, se habían vuelto invencibles en el grado más alto. Lo que ocurría en estas instituciones permanecía como el secreto más profundo para todos, salvo para unos pocos. Aquí, el conocimiento y el dominio de las fuerzas naturales se adquirían por percepción inmediata, pero este conocimiento era una especie de transformación de las fuerzas naturales en el poder de la voluntad en el hombre. Así, él mismo podía lograr lo que la naturaleza logra. Lo que la humanidad lograba posteriormente mediante la reflexión o la combinación era entonces una especie de actividad instintiva. Por supuesto, en este contexto, la palabra «instinto» no debe emplearse en el sentido habitual del mundo animal, pues los logros de los lemurianos superan con creces todo lo que el mundo animal puede producir instintivamente. Superaron con creces todo lo que la humanidad, mediante la memoria, el intelecto y la imaginación, ha adquirido desde entonces en artes y ciencias. Para una mayor comprensión, podríamos llamar a estos centros de enseñanza «escuelas superiores de las facultades de la voluntad y del poder clarividente de formar conceptos». De ellos surgieron hombres que se convirtieron en gobernantes absolutos de los demás. Hoy en día es difícil expresar con palabras una idea correcta de todas estas condiciones, pues todo en la tierra ha experimentado cambios desde entonces. La naturaleza misma y toda la vida humana eran diferentes entonces; y, en consecuencia, el trabajo humano y la relación entre los hombres eran muy distintos de lo que es habitual hoy.
La atmósfera era mucho más densa que posteriormente durante la era atlante, y el agua era mucho más fluida. Además, la que ahora forma nuestra firme corteza terrestre aún no estaba tan endurecida como posteriormente. Los mundos vegetal y animal habían alcanzado solo la etapa de los anfibios, las aves y los mamíferos inferiores, y de crecimientos análogos a nuestras palmeras y árboles similares. Pero todas las formas eran diferentes a las actuales. Lo que ahora encontramos pequeño en tamaño se desarrolló entonces hasta alcanzar proporciones gigantescas. Nuestros pequeños helechos eran entonces árboles que formaban extensos bosques. Los mamíferos superiores de hoy no existían en ese entonces. Por otro lado, una gran parte de la humanidad se encontraba en una etapa de desarrollo tan baja que debe describirse como completamente animal. De hecho, la descripción anterior de los hombres se aplica solo a un pequeño número. El resto vivía en el nivel animal. De hecho, estos hombres-animales eran, en su forma externa y en su modo de vida, completamente diferentes de ese pequeño número. Apenas se diferenciaban de los mamíferos inferiores, a los que en cierto modo también se parecían en la forma.
Cabe añadir algunas palabras sobre la importancia de los lugares de culto mencionados anteriormente. No era exactamente religión lo que se fomentaba allí, sino la «Sabiduría y el Arte divinos». El hombre sentía que lo que allí se le otorgaba era un don directo de los poderes espirituales del mundo, y al compartirlo se consideraba un «siervo» de estos poderes universales. Se sentía «consagrado» en oposición a todo lo profano. Si se hablara de religión en esta etapa de la humanidad, se podría llamar «religión de la voluntad». El sentimiento religioso y la consagración residían en que un hombre guardaba los poderes que se le conferían como un «secreto» profundo y divino, y en que llevaba una vida que santificaba su poder. Eran muy grandes el respeto y la reverencia con que los demás consideraban a las personas que poseían tales poderes; esto no era impuesto por leyes ni de ninguna otra manera, sino el resultado del poder directo ejercido por tales hombres. Quien no estaba iniciado se encontraba naturalmente bajo la influencia mágica de los Iniciados, quienes, como era natural, se consideraban personas consagradas. Pues en sus templos participaban, en un sentido auténtico, en la obra de las fuerzas naturales. Contemplaban el laboratorio creativo de la Naturaleza. Experimentaban una interacción con los Seres que trabajan en la construcción del mundo mismo. Esto podría llamarse una interacción con los dioses, y lo que posteriormente se desarrolló como «Iniciación» o «Misterios» surgió de esta forma original de interacción entre los hombres y los dioses. Con el tiempo, esta interacción sufrió una transformación, pues la concepción humana, el espíritu humano, asumió otras formas.
Se concede especial importancia a un punto relacionado con el progreso del desarrollo lemuriano, como consecuencia del estilo de vida que siguieron las mujeres. Mediante este estilo de vida, desarrollaron facultades humanas especiales. La unión de su poder imaginativo con la Naturaleza se convirtió en la base de un desarrollo superior de la vida imaginativa. A través de sus sentidos, atrajeron hacia sí las fuerzas de la Naturaleza y permitieron que estas actuaran sobre sus almas. Así se formaron los gérmenes de la memoria. Y con la memoria, llegó al mundo la capacidad de formar las primeras y más simples concepciones morales. El cultivo de la voluntad en el elemento masculino no trajo consigo, al principio, desarrollo alguno de la mente. El hombre siguió instintivamente los impulsos naturales o las influencias que emanaban de los Iniciados. La mujer dio origen a las primeras concepciones del «bien y del mal». Aquí comenzaron, por un lado, a amar aquello que causó una impresión especial en su vida imaginativa y, por otro, a odiar su opuesto. Mientras que el dominio ejercido por el elemento masculino se dirigía más al efecto externo de las facultades de la voluntad, al manejo de las fuerzas naturales, en el elemento femenino surgió simultáneamente un impulso a través de los sentimientos, de las facultades humanas internas. Solo quien comprende correctamente el desarrollo de la humanidad puede comprender que los primeros pasos en el ámbito de la imaginación fueron dados por las mujeres. El desarrollo de hábitos dependientes de la vida meditativa e imaginativa, del cultivo de la memoria, que constituían el núcleo de una vida ordenada, de una especie de vida moral, provino de este lado. Mientras que el hombre percibía y empleaba las fuerzas naturales, la mujer se convirtió en la primera intérprete de estas. Surgió aquí un modo de vida nuevo y especial: el del pensamiento. Este modo tenía algo mucho más personal que el de los hombres. Ahora bien, debemos comprender que este modo femenino era en sí mismo una especie de clarividencia, aunque difería de la magia de la voluntad por parte del hombre. La mujer, en su alma, respondía a otro tipo de poder espiritual: aquel que apelaba más al elemento sentimental y menos al elemento espiritual al que estaba sujeto el hombre. Así, emanaba de los hombres una influencia más naturalmente divina, y de las mujeres, una más psíquicamente divina.
viernes, 4 de julio de 2025
Serpiente de Luz Capitulo Diez : La Isla de Kauaiy y la ceremonia tridimensional de la transferencia del poder del varón a la hembra
—De acuerdo, si tú dices que es importante, será porque lo es. ¿Qué quieres que haga? —Todavía no —me dijo—. Espera hasta estar en Kauai y te lo explicaré todo. Gracias, Drunvalo. Si hubiera otra persona que pudiera hacer este trabajo, no te lo habría pedido —y desapareció. Me quedé sentado largo rato, intentando encontrar el modo de contárselo a mi novia, pero ninguno me parecía adecuado. Sabía que me iba a caer una buena. Ella estaba sentada junto a nuestra tienda cosiendo una prenda de ropa que se había roto. Levantó la vista cuando me acerqué a ella y luego volvió a dirigirla hacia su trabajo. — ¿Qué ocurre, Drunvalo? Se lo conté todo, intentando que sonara como si fuera una gran idea dejar Australia e irnos a Kauai. Me miró, muy decepcionada, y dijo: —Mi vida, no puedes irte sin ver ni disfrutar la Gran Barrera de Coral. Si tú tienes que irte, lo entiendo, pero yo no me voy. ¿Lo has entendido? —Sí, lo he entendido. Realmente no me apetece nada irme, pero tengo que hacerlo. Es lo que hago en la vida. —Entonces me uniré contigo en algún lugar, no sé dónde ni cuándo. Este sitio es tan bueno que quizá no lo abandone nunca. Nos abrazamos, hice mi equipaje y la dejé allí, en un país extranjero, pero ella era una viajera del mundo y una muchacha muy práctica. Y Australia es un país muy bello y seguro. No volvimos a vernos hasta casi seis meses después. La vida puede en ocasiones ser muy extraña, además de sorprendente. Aterricé en Maui y tomé un pequeño trasbordador interinsular que transportaba más que nada a los habitantes del lugar de una isla a otra, para llegar a las costas de Kauai, la isla más antigua de la cadena y un resto de Lemuria. Allí, la energía es antigua para los estándares de cualquiera. Cuando descendía del cielo para aterrizar, comencé a preguntarme qué era lo que se suponía que debía hacer allí. No tenía ni idea. ¿Cómo iba a evitar hacerme preguntas? Densas nubes de lluvia flotaban sobre el centro de la isla. En ese lugar, casi siempre está lloviendo. Es el lugar más húmedo de la Tierra. Cualquier localidad en la que caiga metro o metro y medio de lluvia se considera muy húmeda. En Kauai caen doce, de ahí las impresionantes cataratas que adornan las laderas de prácticamente todas las montañas de la isla. Pronto me encontré en el aeropuerto, con esa sensación de estar fuera de lugar que los aeropuertos parecen producir en las personas. Decidí alquilar un coche, no sólo para moverme por allí, sino también por la sensación de volver a tener un hogar. Creo que echaba de menos a mi novia. La decisión de alquilar un coche resultó ser muy acertada, pues Thoth me tuvo correteando por toda la isla. El terreno es tan abrupto en la parte noroccidental que nunca han sido capaces de construir una carretera que rodee completamente la isla; la principal tiene unos cincuenta y tres kilómetros y forma de herradura. Cualquiera que fuera el lugar al que tenía que ir a continuación, siempre daba la sensación de encontrarse en el extremo opuesto de la herradura. Cada vez que llegaba a un sitio al que Thoth me había dicho que fuera, me ordenaba que me diera la vuelta y volviera al otro lado de la isla. Nunca olvidaré el momento en que devolví el coche. La mayoría de las personas recorren unos cien kilómetros, pero yo le había hecho mil doscientos. El encargado del alquiler no podía creérselo, pero yo sí. La primera noche dormí en mi tienda junto al mar, sobre una loma cubierta de hierba. Por vez primera en mucho tiempo sentí paz, y con el arrullo del mar me quedé profundamente dormido. Cuando desperté a la mañana siguiente, recordé que Thoth todavía no me había dicho para qué estaba allí, pero sabía que aquella actitud somnolienta pronto se transformaría en trabajo. Y tenía razón. De hecho, Thoth debió escuchar mis pensamientos, pues no tardó más de media hora en aparecer. —Lo que tienes que hacer es demasiado complicado como para que te lo explique todo junto —me dijo—. Vamos a ir por partes. Puesto de la forma más sencilla, debes tomar parte en una ceremonia que se va a celebrar aquí, en esta isla, y que cambiará el curso de la historia, pero puede que no tenga lugar hasta que determinadas cosas no estén en su sitio. «Como ya te he dicho, te he traído aquí para que tomes parte en una ceremonia de la Tierra, pero antes de que esta ceremonia principal pueda ser celebrada debes participar en otra más pequeña, que tiene lugar aquí cada año y que está relacionada con el chakra corazón de esta isla. El lugar se encuentra bajo un árbol de mango. Pregunta y lo encontrarás. Y después de esto, desapareció abruptamente. Comencé a charlar con los hawaianos, pero siempre que les hablaba acerca de la ceremonia con el chakra corazón bajo el mango, se iban. Evidentemente, aquello era algo que a los extranjeros no nos estaba permitido conocer. Por fin encontré a un joven hawaiano que sabía exactamente de lo que estaba hablando. Me dijo: —Si es verdad que debes formar parte de esa ceremonia, asciende por este río —y señaló un ancho río de aguas verde oscuro que parecía proceder del centro de la isla. Dudó un momento, y añadió—: Y si por casualidad encuentras el camino, cuando abandones la ceremonia no mires hacia atrás, pues si lo haces tu vida puede correr peligro. Le pedí que me explicara lo que quería decir, pero se encogió de hombros y se alejó. — ¿Cómo encuentro la ceremonia del chakra corazón? —grité. Sin volverse, me respondió: —Usa tu corazón. ¿Qué otra cosa crees que podrías hacer? Y desapareció en una vieja tienda de comestibles. Yo pensé: « ¿Por qué tiene que ser siempre tan misteriosa la vida?» El río serpenteaba a través de una vegetación maravillosa y unas casas muy caras. Supe que lo que tenía que hacer y el lugar al que tenía que ir estaban en algún punto aguas arriba, pero como de costumbre, aparte de eso, no sabía nada más. Arranqué el pequeño Toyota alquilado y me encaminé río arriba, intentando sentir mi corazón, pero tenía la sensación de que seguir conduciendo sin saber dónde iba no tenía ningún sentido. Además, estaba cansado y lo que realmente deseaba era aparcar y dormir. Y eso fue lo que hice: paré el coche junto al borde de la carretera y cerré los ojos. Me hice sensible a la vibración del corazón y esperé. Al cabo de unos treinta o cuarenta minutos, cuando estaba a punto de irme, dos jóvenes parejas aparecieron entre los árboles vestidos con ropas ceremoniales y con flores en las manos. Uno de ellos sostenía un puchero de barro. Entraron en un coche y en unos minutos se fueron. Por puro instinto salí de mi coche y seguí el camino por el que habían venido. El sendero me condujo a las profundidades de la arboleda y por fin llegué al borde del mismo río verde oscuro. Mientras recorría aquella vereda me crucé con más indígenas hawaianos que venían de regreso. Ninguno de ellos me miró a los ojos ni me saludó. Yo seguí adelante. Tras recorrer medio kilómetro siguiendo el río encontré el enorme árbol de mango. La mitad de él estaba sobre la tierra y la otra mitad sobre el agua. En su base se encontraban unas ofrendas con aspecto ceremonial. Una muchacha de unos dieciocho años, con un aire puramente hawaiano, estaba sentada en tranquila meditación. Al principio no reparé en ella, pues estaba casi escondida entre unos árboles pequeños. Cuando la vi, quedó patente que ella me había visto primero, pero bajó los ojos como si no supiera que yo estaba allí. Yo sabía que había penetrado en un lugar sagrado y comencé a tratar a aquel árbol y a aquel sitio con respeto y honor. Llevaba un pequeño cristal y había cogido algunas flores a lo largo del camino para imitar a las dos parejas que había visto. Dejé el cristal y las flores en la base del árbol, me senté un poco alejado de él e intenté hacerme invisible. Entré en meditación, sintiendo mi corazón. Una bellísima sensación de alegría me inundó y supe con seguridad que aquél era el lugar que Thoth quería que encontrara. En el momento en que sentí aquella certeza, Thoth se apareció en mi visión interior, y me dijo: —El cristal guarda tu vibración y debe ser arrojado al río. Antes de que golpee el agua, date la vuelta y vete, y no mires hacia atrás. Abandona el lugar y regresa a tu coche. Hice exactamente lo que me había indicado que hiciera. Lancé el cristal al aire allí donde el mango extendía sus ramas sobre el río, y antes de que golpeara el agua me di la vuelta y me fui. Seguí caminando sin mirar atrás. No sé si la muchacha seguía allí o si sucedió algo raro. Sencillamente, obedecí las reglas. Más hawaianos se me cruzaron en su camino hacia el árbol de mango, pero yo bajé los ojos y continué caminando hasta que alcancé la carretera; me imaginé que ya había salido del campo de energía. Y volví en mi coche hasta el mar. Cuando me desperté a la mañana siguiente, Thoth vino a mi consciencia y comenzó a hablar acerca de algo nuevo. Me dijo:
—Ahora debes obtener permiso de la kahuna de la isla para realizar la ceremonia principal. Me dio su nombre y me mostró el aspecto que tenía. Era una anciana fornida y de gran voluntad, según lo que Thoth proyectó sobre mí. — ¿Y cómo la puedo encontrar? —Eso forma parte del proceso —me dijo—. Debes hacerlo tú solo. Pero la encontrarás cuando encuentres este cristal. Y en ese momento vi, en mi visión interior, un enorme cristal de cuarzo, de metro y medio de alto y casi uno de ancho. Nunca había visto un cristal tan grande excepto en fotografías. Thoth me preguntó si podía ver el cristal que me estaba enseñando. Le contesté que sí. Me dijo que no podía decirme dónde estaba, pues encontrarlo también formaba parte de mi proceso espiritual. Y me dejó con la siguiente frase: —Encuentra el cristal y encontrarás a la kahuna. »Y una cosa más —añadió—, el cristal está cerca del chakra corazón de la isla—y desapareció. Conduje el coche por toda la zona que había recorrido el día anterior, preguntando a la gente si había visto un cristal tan grande, pero no conseguí nada. Tras dos días de búsqueda, decidí que para encontrarlo debía utilizar mis habilidades interiores, aquellas que había aprendido en Yucatán. Al día siguiente fui de nuevo al lugar donde estaba el chakra corazón, pero la carretera era muy larga y tenía muchos desvíos. Me podía llevar toda la eternidad encontrar lo que estaba buscando. Así que, tal y como había hecho para encontrar el templo de Kohunlich en Yucatán, dejé que fuera mi tercer ojo el que condujera. Mantuve la imagen del enorme cristal en mi mente y seguí circulando por aquella carretera hasta que sentí que debía girar en una dirección concreta. Continué así durante varios kilómetros, girando donde sentía que debía hacerlo. Por fin llegué a lo alto de una cadena montañosa, a una zona residencial con lujosas casas a ambos lados de la carretera. De forma repentina, cuando volví a girar por otra carretera, me encontré acercándome a un templo hindú. Mi coche decidió girar hacia el aparcamiento y parar el motor. Es la única manera en que puedo describir cómo llegué allí: mi coche lo hizo. Me bajé y caminé hasta una enorme estatua de Ganesh, el dios elefante indio. Tenía probablemente unos cuatro metros y medio de altura y me pareció que estaba muy bien hecha. Pero no fue la estatua lo que me atrajo. Fue la sensación de que el cristal estaba en algún lugar cercano. Era domingo y se estaba celebrando el servicio en el templo. El aparcamiento estaba lleno de coches. Decidí entrar en el edificio para ver dónde me llevaba todo aquello. La gente estaba en mitad de un cántico hindú y el humo del incienso penetró inmediatamente por todo mi cuerpo. El servicio me resultaba familiar, pues había pasado muchas noches en la Ram Dass's Hanuman Foundation de Taos (Nuevo México) cantando y salmodiando durante el darshan. Cerré los ojos y me uní a los cánticos, olvidando durante un breve lapso de tiempo mi verdadero propósito. Pareció como si no hubieran pasado más que unos minutos, aunque mi mente sabía que llevaba allí casi una hora. Al cabo de otros diez minutos, la mayoría de la gente se fue y aquel trasplantado templo antiguo recuperó rápidamente su silencio habitual. Por primera vez, ahora que todo el mundo se había marchado, pude ver el altar, y allí estaba el gigantesco cristal de cuarzo. Era una visión increíble: en lo alto del altar, resonando su influencia a cada centímetro del templo. No era capaz de imaginar cómo no lo había sentido al entrar. Comenzaba a avanzar hacia él para ver lo que me tenía que decir, cuando el sacerdote que había dirigido el servicio se interpuso en mi camino. — ¿Puedo ayudarle? —dijo en tono autoritario. Le miré y pude comprobar que acercarme al cristal estaba totalmente fuera de mis posibilidades. Lo que le respondí fue: —Estoy buscando a una abuela kahuna. Se llama... —y pronuncié su nombre—. ¿Sabe dónde puedo encontrarla? Sonrió y dijo:
—No hace falta que busques muy lejos. Date la vuelta. Volví la cabeza y justo detrás de mí estaba la verdadera imagen que Thoth me había mostrado dos días antes. Su sonrisa y su genuino afecto evaporaron cualquier preocupación que pudiera estar imponiéndome a mí mismo acerca de ella. —Abuela —le dije—, la he estado buscando. ¿Podemos hablar? — ¿Qué es lo que quieres de mí? Exhalé un suspiro de alivio y le conté todo. Le hablé de Thoth, de la ceremonia que debía celebrarse en su isla y cómo necesitaba su permiso antes de continuar. —Abuela, ¿puedo contar con su permiso para llevar a cabo esta ceremonia? Tomó mi mano con mucho amor, y dijo: —Drunvalo, tienes mi permiso, pero eso no es suficiente para una cosa tan importante. Ahora debes obtener el del espíritu de esta isla —me dijo el nombre del espíritu, y explicó—: Tienes que encontrarle tú solo y pedírselo. Que el Espíritu te bendiga a ti y a lo que haces. Me dio un gran abrazo y se inclinó frente a mí a la manera hindú, mientras me decía: —Namaste. Le devolví la reverencia y me fui. Sentado en mi coche, me sentía al mismo tiempo contento por haber conseguido encontrarla y haber obtenido su permiso, y defraudado porque aparentemente no había conseguido acercarme más a mi objetivo. Todavía tenía que conseguir otra autorización. Cerré los ojos y entré en meditación para recibir asistencia. Thoth apareció de inmediato, y sonrió: —Estás más cerca de lo que crees, Drunvalo. ¿No te das cuenta de que la vida ya ha tenido lugar? La idea del fracaso o de tener que realizar más trabajos es sólo la parte de tu sueño que sigue creyendo en la separación. —De acuerdo, de acuerdo, de acuerdo. ¿Qué es lo que viene ahora? Thoth, con su estilo pausado, contestó: —Toma la carretera a Hanalei y continúa después de pasar el pueblo hasta que se termine. Aparca el coche y espera mis instrucciones. Mientras conducía bordeando la costa, comencé a recordar todo lo que me había pasado en los últimos meses. Parecía que el tiempo transcurría demasiado deprisa, casi fuera de control. Por otro lado, era mucho lo que se estaba consiguiendo. Aquel Thoth se había convertido en un elemento fundamental del trabajo que yo estaba llevando a cabo. Los ángeles eran la principal luz de guía dentro de mí, la verdadera fuente de mis decisiones espirituales, pero me habían dejado claro que lo que debía hacer en aquel momento era escuchar a Thoth. En aquel entonces lo ignoraba, pero no iba a pasar mucho tiempo antes de que concluyera mi trabajo con Thoth. En aquel momento estaba atravesando Hanalei, que se encuentra situado en el extremo norte de la carretera con forma de herradura. No es posible continuar en coche mucho más allá. Es como una casa en un callejón sin salida, y me di cuenta una vez más de lo mucho que quiero a este pueblo. La zona es asombrosamente bonita, el estilo de vida muy abierto y libre, y las personas reflejan el entorno en el que viven. Mi corazón siempre late un poco más fácilmente cuando estoy allí. Llegué al final de la carretera y paré en un lugar donde sabía que mi coche no podía estorbar. No sabía cuánto tiempo iba a durar mi viaje. Cerré los ojos y esperé a que apareciera Thoth. Como de costumbre, no me falló. —Drunvalo —me dijo—, aquí están tus instrucciones. Quítate toda la ropa, incluidos los zapatos, y enróllate el chal blanco que tienes en el maletero alrededor de las caderas. Lleva sólo el bolso medicinal que usas siempre. Este bolso medicinal era algo que llevaba conmigo desde hacía muchos años. Contenía objetos de poder que uso en las ceremonias, tales como cristales, piedras, maíz con poderes, salvia y cedro para purificar y trozos de plumas. —Cuando entres en el camino hacia las montañas, estarás empezando la ceremonia —dijo Thoth—. No te preocupes por el permiso del espíritu de la isla, pues él forma parte de esta ceremonia y ya nos lo ha otorgado. Recuerda que debes respirar y permanecer en tu corazón.
»Debes buscar una cascada que se divide en dos partes iguales a mitad de la caída. Cuando encuentres ese lugar, colócate de pie exactamente delante de ella y gírate ciento ochenta grados. Mira frente a ti y verás una gran roca plana. Ahí es donde te recibirá el espíritu de la isla y donde comenzará la ceremonia. Te queremos y te damos las gracias por anticipado por el trabajo que haces en favor de este planeta. Con esta frase, Thoth desapareció. Abrí el maletero y encontré el chai blanco. El bolso medicinal colgaba de mi cuello. Me quité la ropa, me enrollé el chai alrededor de la cintura y agarré el bolso medicinal en unos segundos. Cerré los ojos y allí estaban los ángeles. Sonrieron. —Te queremos —me dijeron. Crucé la calle hasta el camino donde iba a empezar la ceremonia, según me había dicho Thoth. Allí, en la cabecera del sendero, pude ver una gran señal de peligro. En la parte superior se veía el dibujo de la calavera y las tibias entrecruzadas, y la señal decía: «No caminen por esta zona sin botas de goma hasta las rodillas; en el agua hay una bacteria que resulta mortal si entra en contacto con la piel. No toquen el agua». Bueno, allí estaba yo, comenzando mi viaje y la ceremonia, casi desnudo y descalzo, y esa señal intentando inmediatamente meterme el miedo en el cuerpo y en la mente. Thoth no esperó a que cerrara los ojos. Sencillamente apareció fuera de mí, y dijo: —Drunvalo, esto es una prueba. Debes confiar en quien eres y en tu conexión con el universo y el Creador. Céntrate en tu corazón y sigue adelante. No te preocupes, no sufrirás ningún daño. Respiré hondo e hice exactamente lo que me había dicho. Todas mis preocupaciones abandonaron mi cuerpo y supe que estaba completamente protegido. Sin sentir miedo alguno y lleno de emoción comencé aquel viaje sagrado hacia las bellas y abruptas montañas. Al principio el camino era fácil, pues me encontraba al nivel del mar y cerca de la carretera. Pero a medida que iba pasando el tiempo comencé a subir cada vez más alto, más lejos del nivel del océano, y a adentrarme más en las montañas selváticas, que parecían un paisaje de millones de años atrás. Si hubiera visto un dinosaurio, no me habría sorprendido. Había agua por todas partes: chorreando por las rocas, corriendo por el camino, fluyendo por los riachuelos. Yo estaba empapado. Incluso los árboles de la selva goteaban. Cada cien metros más o menos pasaba junto a alguna cascada espectacular, que me quitaba la respiración. Evidentemente estaba esperando ver la que se dividía en dos. En un momento dado hice un alto en uno de los raros claros en los que podía ver a través de la selva hacia el océano, a mis pies. Me asombré de lo mucho que había ascendido. La sensación de belleza, los sonidos de las eternas cascadas, los pájaros exóticos que volaban por todas partes, las flores y plantas increíblemente bellas, todo me hacía sentir que no podía estar sobre la Tierra. Tenía que tratarse de un planeta en el que la vida estaba empezando y no había sido aún perturbada. Thoth me había dicho una cosa más que no he mencionado, algo que probablemente debería decirte ahora. Kauai era el punto geográfico de la Tierra en el que se había conservado la memoria del planeta durante los últimos trece mil años. Sí. Hay un Registro Akáshico almacenado en la atmósfera, además de en el cuerpo humano; pero la memoria de la Tierra también está guardada, de forma intencional y literalmente, en cada uno de cristales colocados junto a la costa frente al lugar exacto en el que me encontraba. No estoy seguro de por qué se hace eso; Thoth nunca me lo explicó. Había trece cristales en total, pero uno de ellos era el auténtico banco de memoria. Los cristales estaban colocados según el patrón del cubo de Metatrón: uno en el centro de la isla, seis a su alrededor y en la isla y otros seis más en el agua, alejados de la costa y rodeando los seis interiores. Este sistema fue usado por otros pueblos en el pasado lejano. Sabemos que los lemurianos y los atlantes utilizaban esta misma disposición de cristales y con el mismo propósito, sin cambiarlos. Pero según el recuerdo de Thoth, el sistema es mucho, mucho más antiguo que cualquiera de esas dos culturas. Quién lo creó, ni siquiera Thoth lo sabe. El que estaba en el agua debajo del lugar donde yo me encontraba pertenecía a un tipo de piedra denominado «cristal esquelético», cuya apariencia le da un aspecto espacial. De hecho, éste sí procedía del espacio. Tenía unos sesenta centímetros de largo, treinta de diámetro y era de doble punta; es decir, ambos extremos terminaban en punta.
Los cristales esqueléticos son muy raros, y si nunca has visto ninguno son difíciles de describir. Son cristales de cuarzo, pero no se parecen nada al cuarzo normal. Lo raro de los cristales esqueléticos es que sus superficies están recubiertas de «tubos» de cuarzo. Es como si alguien hubiera pegado tubos redondos de medio centímetro de diámetro por toda la superficie, siguiendo un patrón aleatorio. En el mundo que yo conozco, no hay nada parecido a ellos. Pueden almacenar una cantidad infinita de datos dentro de sí mismos y en el espacio que los rodea. Fue esta característica la que hizo que se eligiera este cristal para almacenar la memoria del planeta y de todo lo que vive y sucede sobre él. En otras palabras, son los Registros Akásicos de la Tierra descargados en el diminuto espacio de un cristal. La explicación de la importancia de todo esto supondría otro relato, y como ya he dicho, en realidad no lo entiendo. Me volví y seguí ascendiendo camino arriba, buscando la cascada especial, y al cabo de unos cinco minutos apareció. Permanecí de pie junto a su base durante al menos diez minutos. Era imponente. El agua caía unos sesenta metros antes de chocar contra una enorme roca que sobresalía de la falda de la montaña y partía el agua en dos. Era una vista realmente espectacular. En parte, estaba también descansando de la subida. Sabía que pronto tendría que ponerme a trabajar. Cuando sentí que había llegado el momento oportuno, me giré ciento ochenta grados y me coloqué de cara al océano. Tal y como Thoth me había dicho, justo frente a mí había una gran roca plana, ligeramente elevada sobre la superficie de la montaña, desde la que se divisaba una fantástica vista del profundo océano azul que se extendía hasta el horizonte, lo que hacía de ella un sitio perfecto para celebrar una ceremonia. Supe con seguridad que estaba en el lugar correcto. Como no sabía lo que iba a suceder, procedí según lo que me habían enseñado los taos pueblo de Nuevo México. Abrí mi bolso medicinal y coloqué cuatro cristales de cuarzo, uno en cada una de las cuatro direcciones, formando un cuadrado de unos sesenta centímetros de lado. En el centro coloqué un cristal especial denominado diamante Herkimer, un cristal de doble terminación y de excepcional transparencia que afecta al mundo de los sueños de un modo positivo, lo que constituye su uso fundamental. Recé a cada una de las cuatro direcciones para consagrar la ceremonia y pidiendo protección para no ser molestado de ningún modo. Utilicé maíz y tabaco, según manda mi tradición, y coloqué esas sustancias sobre cada uno de los cristales en cada una de las direcciones. También recé a las direcciones bajo el cristal central y sobre él, así como al centro en sí mismo: las siete direcciones. Formé un círculo conectando los cuatro cristales de las cuatro direcciones con muchos cristales más pequeños y piedras de diferentes tipos que creí necesarios, dibujando una rueda. Dentro de ella hice una cruz con piedras del lugar conectando el cristal central con el borde. Cuando la ceremonia estuvo preparada, cerré los ojos y entré en profunda meditación, esperando al espíritu de la isla. Sabía que eso era lo primero que debía ocurrir, pero no tenía ni idea de cómo iba a suceder. Todo lo que podía hacer era cumplir lo que Thoth me había pedido: permanecer en mi corazón y estar abierto. Seguí meditando durante una media hora y nada ocurrió. Estaba empezando a sentirme ligeramente preocupado por aquella tardanza; no obstante, sabía que debía tener paciencia y continuar, aunque la espera durara todo el día. Otros quince minutos pasaron sin que nada sucediera en mi interior. Entonces escuché un ruido. Abrí un ojo y allí, sobre la piedra, había un diminuto ratón blanco, paseándose, oliendo el maíz y revisándolo todo. Era tan gracioso que no vi motivo para molestarle y le dejé que siguiera haciendo lo que quisiera. Estaba a punto de volver a cerrar el ojo cuando el ratoncito pasó al cristal central, el Herkimer. Colocó sus patitas delanteras sobre él, se volvió y clavó su mirada en mi ojo abierto. Me miraba fijamente. Abrí los dos ojos. El ratón permaneció inmóvil durante un minuto. Estábamos mirándonos mutuamente. El tiempo se detuvo y luego se expandió. Y de repente sucedió. No recuerdo haber cerrado los ojos, pero necesariamente tuve que haberlo hecho. De repente, el ratoncito creció hasta convertirse en un hombre gigante de más de cuatro metros de altura
Tenía aspecto polinesio, con la piel marrón oscuro, el pelo negro y los ojos marrones. Le envolvían vibraciones de guerrero y su cuerpo era poderoso y musculado. Su mirada me penetró, y con voz profunda me dijo: —Soy el espíritu de la isla y te invito a esta ceremonia. Retrocedió, y al hacerlo el espacio se expandió para formar un círculo de casi cien metros de diámetro. Allí, de pie junto al borde exterior del círculo y al lado del enorme espíritu, estaba Thoth con otros tres hombres que yo no conocía (aunque mi conocimiento interior me dijo que formaban parte de los Maestros Ascendidos, y todos tenían aspecto polinesio) y una mujer, que supongo estaba asonada a la Atlántida. En el centro del círculo se encontraba un hombre cuyo nombre no puedo decir porque no me lo permiten. Era la persona que la Tierra había elegido para ser el varón que iba a proteger a la humanidad durante el último ciclo de trece mil años. Cuando le vi, supe con exactitud cuál era el propósito de aquella ceremonia. Se trataba de la ceremonia tetradimensional que se realiza cada doce mil novecientos veinte años para entregar el poder y la responsabilidad de una energía a otra, en este caso del varón a la mujer. En la Tierra todo tiene lugar primero en la cuarta dimensión, y luego se filtra hasta esta tercera dimensión, que todos conocemos. Lo que aquello significó para mí al instante fue que, después de esa ceremonia, algún día se celebraría otra tridimensional para cristalizar esas energías en nuestro mundo habitual. Cuando esta segunda ceremonia tuviera lugar, la energía femenina conduciría a la humanidad hacia la luz durante los próximos doce mil novecientos veinte años. Una sensación de humildad me embargó. Comprendí entonces la importancia de la ceremonia y por qué Thoth me había pedido que dejara todo lo demás para hacer este viaje. El hombre del centro del círculo estaba de rodillas, de cara a mi derecha. En sus brazos sostenía el cristal esquelético que guarda la memoria de la última mitad del Gran Ciclo (en realidad, hasta el comienzo de los tiempos en la Tierra). Comenzó a hablar. Habló de su experiencia durante la última mitad del ciclo y de lo agradecido que se sentía de que nosotros, la humanidad, hubiéramos alcanzado este punto de tiempo/espacio/ dimensión sin demasiados problemas. Pude sentir que estaba terriblemente emocionado y conteniendo lágrimas de alivio por lo que estaba a punto de suceder. En el instante siguiente, una hermosa joven entró en el círculo desde la derecha, la dirección hacia la que miraba el hombre, y caminó hacia el centro, donde se arrodilló frente a él, inclinándose con gran reverencia. Mantuvo la inclinación durante medio minuto y luego se enderezó con los ojos cerrados y de cara a él. Abrió los ojos y fijó su mirada en los ojos del hombre, pero no dijo nada. El comenzó a hablar: —Se me ha otorgado la responsabilidad de proteger y guiar a la humanidad durante la última mitad del Gran Ciclo. Ahora tú has sido elegida para protegernos y guiarnos en la próxima mitad de este ciclo. Este cristal es la herramienta que necesitarás para unir las dos partes del ciclo y llevar a cabo tu trabajo. Al entregártelo, mi trabajo queda terminado y completo, y comienza el tuyo. ¿Aceptas esta sagrada responsabilidad? Ella bajó los ojos, apartándolos de los de él, y comenzó a hablar con voz suave y fluida: —Muchas gracias por todo lo que has hecho. Eres un gran hombre. Sí, acepto esta responsabilidad con mi vida. Lo haré lo mejor que pueda. Tras aquellas sencillas palabras, quedó en silencio. El hizo una breve pausa y luego levantó el enorme cristal, lo colocó en el suelo frente a ella y volvió a su sitio. —Ahora tienes plenos poderes para seguir a tu corazón y tomar las decisiones que deberán guiar el curso de la historia humana —dijo. Los allí presentes estábamos siendo testigos del cambio de guardia más importante en varios miles de años. No había nada que decir. Era perfecto. La muchacha se levantó, se inclinó ante nosotros y se volvió para irse. El cristal se elevó del suelo y flotó tras ella, siguiéndola como un perrito. Ambos desaparecieron en otro reino de la existencia. Lo que pasó cuando ella se fue resultó visible para mí. Pude verla entrando en su barco con el cristal y volando de regreso a su hogar en Perú. Inmediatamente se dirigió a un lugar entre la isla del Sol y la isla de la Luna, en el lago Titicaca, donde voló al fondo del lago. Allí plantó el cristal en las profundidades de la Tierra. Luego voló de vuelta a la atmósfera sobre el lago y esperó. Poco tiempo después, un brillante rayo de luz violeta salió despedido del lago hacia el cielo y los recuerdos antiguos quedaron conectados y comprometidos con el presente. Era el comienzo de una nueva era de luz y hermandad para la raza humana. Una nota adicional. Para aquellos de vosotros que hayáis leído mis dos primeros libros y conozcáis la historia de la mujer que elevó la antigua nave espacial desde debajo de la Esfinge de Egipto, se trata de la misma persona. En aquel entonces tenía veintitrés años y vivía en Perú, y así sigue siendo en la actualidad. Ahora es la persona más importante del mundo. Pero no se puede dar su nombre, pues su trabajo debe mantenerse secreto por su misma naturaleza. Sabrás más de ella a lo largo de este libro cuando hable del viaje a Perú. Cuando los antiguos recuerdos inundaron el subconsciente humano al término de esta, ceremonia, se inició un nuevo sueño humano, un sueño que, según cree la consciencia humana superior, conducirá en el futuro a la Tierra hacia una época de paz, belleza y superevolución. Pero nadie sabía lo que acababa de ocurrir en aquella ceremonia, a excepción de unas pocas almas avanzadas, pues el sueño era una semilla profundamente incrustada en la oscuridad, plantada literalmente en una dimensión superior de la consciencia de la Tierra y que no iba a brotar a la luz de este mundo hasta el cambio de siglo. No se podía hacer más que esperar.
jueves, 3 de julio de 2025
El karma de las semillas estelares según su origen
🌟 1. PLEYADIANOS
Origen: Constelación de las Pléyades.
Karma principal: Mal uso del conocimiento espiritual y la manipulación emocional en antiguas guerras de conciencia.
Aprendizaje kármico: Integrar amor incondicional sin caer en la superioridad espiritual. Sanar vínculos de co-dependencia y liderazgos mesiánicos.
Misión: Expandir la conciencia del corazón y activar la red crística planetaria.
🌀 2. ARCTURIANOS
Origen: Sistema de Arcturus (Bootes).
Karma principal: Frialdad emocional y desvinculación excesiva del plano físico por priorizar la evolución mental/tecnológica.
Aprendizaje kármico: Encarnar completamente el cuerpo físico, valorar la materia como vehículo divino.
Misión: Elevar la vibración de estructuras, tecnología y sanación energética.
🦁 3. LYRANOS
Origen: Vega, constelación de Lyra (primer linaje humanoide).
Karma principal: Guerras galácticas y separación de linajes. Karma ancestral de soberbia o imposición cultural.
Aprendizaje kármico: Unificación interna de lo masculino y femenino divino. Integración de la sabiduría con humildad.
Misión: Proteger y transmitir la historia cósmica de la humanidad.
💧 4. SIRIANOS
Origen: Sirio A, B y C.
Karma principal: Abuso de poder sacerdotal o ritualístico. Vidas ligadas a Atlántida/Lemuria con desvío del propósito original.
Aprendizaje kármico: Servicio desde la pureza del canal. Sanar heridas de traición y caída de civilizaciones.
Misión: Custodiar el conocimiento sagrado, reactivar memorias y linajes espirituales.
🌌 5. ANDROMEDANOS
Origen: Galaxia de Andrómeda.
Karma principal: Aislamiento emocional y desconexión con las formas densas. Exceso de libertad sin integración de compromiso.
Aprendizaje kármico: Vincularse desde la entrega consciente. Aceptar límites sanos en la dimensión terrestre.
Misión: Sostener el equilibrio de las polaridades, traer nueva visión galáctica.
🪐 6. ANUNNAKIS
Origen: Nibiru / sistema estelar asociado a los Annunaki.
Karma principal: Manipulación genética y control sobre civilizaciones humanas. Encarnaciones con abuso de poder.
Aprendizaje kármico: Redención a través del servicio y la compasión. Liberación del patrón de dominio.
Misión: Restaurar el equilibrio en la estructura genética y liberar viejas programaciones de esclavitud.
🕊️ 7. VENUSIANOS
Origen: Venus, 4D superior.
Karma principal: Desvinculación de la acción. Karma de contemplación pasiva ante injusticias cósmicas.
Aprendizaje kármico: Encarnar el amor con valentía. Accionar con el corazón abierto en mundos densos.
Misión: Expandir la energía del amor puro y la diplomacia espiritual.
🐦 8. BLUE AVIANS (AVIANOS AZULES)
Origen: Dimensiones elevadas del sistema estelar de Altair o regiones no lineales.
Karma principal: Karma colectivo más que individual; errores por no intervenir a tiempo en el desequilibrio galáctico.
Aprendizaje kármico: Equilibrar la ley de no intervención con la acción compasiva.
Misión: Proteger el orden cósmico y transmitir sabiduría a través de frecuencias sutiles.
👽 9. TALL WHITES
Origen: Sistemas altos de la Confederación Galáctica.
Karma principal: Aislamiento por superioridad intelectual. Falta de empatía encarnacional.
Aprendizaje kármico: Reconectar con la sencillez y la emoción humana.
Misión: Desarrollar tecnologías de luz al servicio de la evolución planetaria.
🦎 10. REPTILIANOS (DE LUZ Y OSCUROS)
Origen: Draco, Orión, y otras regiones.
Karma principal: Desviación hacia el control, sometimiento y separación. Gran deuda kármica con la humanidad.
Aprendizaje kármico: Integración del corazón y redención del linaje a través del servicio.
Misión: Transmutar el linaje reptiliano hacia la luz, liberando memorias de control.
🕷️ 11. MANTIS (MANTIDEANOS)
Origen: Zeta Reticuli y otros sistemas.
Karma principal: Desconexión emocional. Excesiva observación sin intervención.
Aprendizaje kármico: Participar desde la empatía, no sólo desde la mente analítica.
Misión: Custodiar códigos de evolución biológica y conciencia en equilibrio con el entorno.
👁️ 12. GRISES (ZETA RETICULI)
Origen: Zeta Reticuli.
Karma principal: Manipulación genética y desconexión de la fuente. Pérdida del cuerpo emocional.
Aprendizaje kármico: Reconectar con el alma. Liberarse de la lógica pura como única forma de existencia.
Misión: Redimir su linaje a través de alianzas de servicio con razas humanas y solares.
🌿 13. AHEL (RAZA DE LYRANOS DE LUZ)
Origen: Lyra – raza de frecuencia crística.
Karma principal: Dolor profundo por la pérdida de Lyra en las guerras galácticas. Trauma de separación y exilio cósmico.
Aprendizaje kármico: Perdonar los linajes caídos (reptilianos, anunnakis), recuperar la alegría de crear.
Misión: Restaurar la matriz original humana. Activar los linajes solares de amor puro.
🔱 14. ANTARES
Origen: Sistema de Antares (Escorpio).
Karma principal: Karma de intervención bélica en guerras dimensionales. Heridas de traición y lealtades impuestas.
Aprendizaje kármico: Sanar el alma guerrera. Transformar la lucha en protección consciente.
Misión: Ser guardianes energéticos de portales y dimensiones. Defender la luz desde la impecabilidad espiritual.
🪞 15. ELEINDOR (RAZA CRISTALINA)
Origen: Dimensiones líquidas-cristalinas, similares a Andrómeda.
Karma principal: Desconexión con lo físico. Rechazo al dolor denso de la materia.
Aprendizaje kármico: Encarnar sin perder la pureza. Abrirse al aprendizaje que brinda el contraste emocional.
Misión: Anclar estructuras cristalinas, geometría sagrada, y arquitectura lumínica para la Nueva Tierra.
🔺 16. ORION (LADO DE LA LUZ)
Origen: Estrellas de Bellatrix y Mintaka, lado redimido de Orión.
Karma principal: División interna profunda entre luz y oscuridad. Carga genética de linajes reptilianos y solares.
Aprendizaje kármico: Integración de la dualidad. Sanación de vidas pasadas como víctima o victimario.
Misión: Acompañar a la humanidad en la integración del conflicto interno como camino hacia la unidad.
🔮 17. THUBAN (RAZA DRACONIANA REDIMIDA)
Origen: Estrella Alfa Draconis.
Karma principal: Herencia de conquista y dominio mental. Vínculo con estructuras de control.
Aprendizaje kármico: Reorientar la fuerza hacia el servicio. Soltar el miedo al amor y a la vulnerabilidad.
Misión: Sostener estructuras firmes para la evolución colectiva sin caer en jerarquías rígidas.
💫 18. ALTAIRIANS
Origen: Sistema de Altair, dimensión 6D.
Karma principal: Pasividad ante conflictos estelares. Karma de neutralidad excesiva.
Aprendizaje kármico: Comprender cuándo hablar y actuar, sin traicionar su esencia pacífica.
Misión: Ser puentes de paz. Activar la red de comunicación galáctica armónica.
🧬 19. YAHYEL (HIBRIDOS HUMANOS-GRISES DE LUZ)
Origen: Futuros paralelos – mezcla genética humana, pleyadiana y gris.
Karma principal: Trauma de manipulación genética y desconexión emocional.
Aprendizaje kármico: Recuperar el vínculo con la fuente a través del amor y el arte.
Misión: Representar la nueva humanidad unificada. Encarnar la reconciliación genética y espiritual.
⚛️ 20. ELOHIM (SERES CREADORES)
Origen: Dimensiones superiores – 9D a 12D.
Karma principal: Karma de creación sin equilibrio. Desequilibrio entre expansión y contención.
Aprendizaje kármico: Reconocer las consecuencias de la creación no alineada con la fuente.
Misión: Guiar la arquitectura evolutiva desde planos superiores. Activar memorias del propósito original.
🌀 21. AVIANOS BLANCOS (WHITE AVIANS)
Origen: Dimensiones elevadas (11D-12D).
Karma principal: Aislamiento por pureza. Desconexión con el libre albedrío de mundos en densidad.
Aprendizaje kármico: Participar más activamente desde la compasión.
Misión: Sostener códigos de ascensión, abrir portales interdimensionales sin imponer agendas.
☀️ 22. SOLARES INTERNOS (HUMANOS DE AGARTHA / INTRATERRENOS)
Origen: Tierra interna, ciudades como Telos y Shambala.
Karma principal: Karma de no intervenir en momentos claves del colapso superficial.
Aprendizaje kármico: Integrar la superficie como parte del plan unificado.
Misión: Sostener la frecuencia lemuriana, cristales etéricos y redes intraterrenas de sanación.
✨ Notas finales:
Cada semilla estelar encarnada elige un camino de servicio donde su karma se convierte en maestría potencial.
El karma no es castigo, sino una oportunidad de redención y evolución.
La activación consciente del linaje cósmico permite integrar dones, sanar heridas ancestrales y manifestar la misión en la Tierra.
Bruxshia Pleyadian energía Azul Zafiro
Registros Estelares
martes, 1 de julio de 2025
Serpiente de Luz Capítulo Nueve: La Isla de Moorea, las cuarenta y dos mujeres y los cuarenta y dos cristales
Bastaron un par de días para que me quedara claro que su forma de vida no estaba basada en el ego, sino en otra operación más holística. Se amaban unos a otros de todas las formas, y se cuidaban. Nadie se peinaba ni se acicalaba; siempre lo hacía por él otra persona del mismo sexo. Convertían los actos más simples en una forma de demostrar amor. Se compartían unos a otros como si formaran un solo y enorme matrimonio. Las mujeres podían elegir entre todos los hombres, y éstos compartían a las mujeres. No creo que la palabra «celos» existiera en su vocabulario. Tras sólo tres días de estar con ellos, había olvidado para qué estábamos allí. Nunca había sentido tanta liberación y relajación. Mi antigua vida en Estados Unidos había desaparecido por completo. Mi cuerpo había pasado a formar parte de la tribu y mi alma pertenecía a la isla. ¿Cómo había podido tener lugar un cambio tan grande en un periodo tan corto de tiempo? Ni mi novia ni yo les mencionamos en ningún momento, ni a ninguno de ellos, nuestra intención secreta, pero hacia el séptimo o el octavo día el muchacho que nos llevó a la tribu ROS pidió que nos sentáramos a su lado. Nos miró a los ojos con amor absoluto y comenzó a hablar. —Sois mi hermano y mi hermana blancos, y conozco lo que está en vuestros corazones. Sabernos por qué estáis aquí y queremos ayudaros. Debéis llegar a un lugar sagrado, que está cerca del centro de esta isla, para llevar a cabo vuestro propósito, pero os está prohibido ir allí. Es demasiado sagrado para que dejemos que nadie llegue a él. Pero vuestro propósito está por encima de nuestras reglas. »Mañana, uno de nuestros ancianos estará aquí para guiaros. No puedo deciros su verdadero nombre, pero podéis llamarlo Thomas. Estáis en nuestros corazones y haremos todo lo que esté en nuestra mano para que podáis realizar lo que habéis venido a hacer. A la mañana siguiente, cuando el Sol estaba saliendo y explotando de color sobre el océano, el océano azul, pintando en las nubes hinchadas sombras moradas y anaranjadas, un hombre de unos cincuenta y tantos años de edad se acercó derecho hacia nosotros, y nos dijo que se llamaba Thomas. Medía uno ochenta de estatura y su piel era de color marrón oscuro. Su pelo, casi negro, le colgaba hasta la mitad de la espalda y no llevaba más ropa que una tela blanca alrededor de la cintura y unas chanclas de cuero. Parecía saber exactamente lo que pensábamos. Sin hacer ninguna pregunta, empezó a decirnos que el lugar al que debíamos ir para celebrar nuestra «ceremonia» estaba en el interior de la isla y que era un poco peligroso llegar hasta él, pero que nos mostraría el camino. Yo le pregunté si debíamos llevar alguna cosa, y él nos miró como a dos chiquillos. —No —dijo simplemente, y se volvió y comenzó a caminar. Nos miramos el uno al otro y le seguimos. Mientras estábamos viviendo en la playa, yo había observado que la mitad de la isla parecía ser montañosa y estar cubierta por la selva, pero no había pensado en ello excepto para sentir su belleza. Ahora estábamos a punto de sentir su poder. Dejar el nivel del mar, que había constituido nuestra única experiencia de Moorea, fue un choque. El terreno era realmente una selva. Pronto me di cuenta de que, sin nuestro guía, mi novia y yo habríamos sido incapaces de encontrar el camino. Había que conocer los senderos que recorrían la densa jungla y cómo se conectaban con otros, más pequeños, casi imperceptibles, que conducían a nuestro destino. Varias veces pasamos junto a antiguas ruinas de piedra situadas justo al borde de aquel camino. Le pregunté a Thomas acerca de la primera, y me dijo: —Mucho antes de que nosotros llegáramos a estas islas vivieron aquí personas antiguas. No sabemos quiénes eran, pero estas ruinas han estado siempre protegidas. Hay personas que celebran ceremonias cada año para honrar a los que nos precedieron. Pero el lugar al que vamos es el más sagrado de todos. Tras varias horas de trepar, siempre hacia arriba, llegamos a unas cumbres montañosas que yo había creído, desde la distancia, que constituían nuestro destino. Pero cuando llegamos al punto más alto, pudimos contemplar el centro de la isla por vez primera. No podía creer lo que veían mis ojos. Os aseguro que parecía sacado de una película de Indiana Jones.
La cadena montañosa en la que nos encontrábamos formaba un enorme círculo, y exactamente en su centro estaba la montaña más fálica que yo había visto jamás. Era como un pene gigantesco apuntando hacia el cielo, penetrando con fuerza en el círculo femenino de montañas que tenía debajo. Todo lo que pude decir fue: — ¡Uau! —y el poder de lo que estaba presenciando me forzó a guardar silencio. No pude evitar recordar que Moorea tiene forma de corazón. ¿Y aquél era su centro? Los tres estábamos sin habla. El único sonido era el del viento soplando entre mi pelo, y aquel silencio me permitió observar que los tres estábamos respirando en perfecta sincronía, como si fuéramos uno solo. Me sentí conectado con la vida por todas partes. Unos cinco minutos más tarde, Thomas señaló una zona a la izquierda de la montaña fálica, y dijo: —Ahí. Ahí es donde debéis estar. A partir de este momento iréis solos. Sabréis cuándo habéis llegado al lugar correcto. Mi corazón y el de todo mi pueblo estarán con vosotros —y se volvió y nos dejó solos. Durante largo rato permanecimos allí, cogidos de la mano, no queriendo romper aquel momento mágico. Al cabo de un tiempo, un loro verde brillante voló demasiado cerca de nuestras cabezas y chilló, sobresaltándonos y sacándonos del trance. Reímos por el salto que habíamos pegado, pero la seriedad del motivo por el cual estábamos allí comenzó a tomar las riendas. Sabíamos que se nos acababa el tiempo. Debíamos estar colocados en aquel lugar sagrado en una hora y media o todo estaría perdido. —Venga, vamos. Sin Thomas, que conocía cada centímetro de la isla, no resultaba fácil, y dependía de nosotros decidir cómo llegar hasta allí. Elegimos bajar casi recto por la ladera de la montaña hacia el cuenco para ahorrar tiempo, lo que probablemente fue un error. A los cinco minutos habíamos perdido el rumbo. Finalmente, sin embargo, llegamos al lugar sagrado, que era como un dibujo de cuento de hadas: un altar plano de piedra sobre el cual incontables generaciones anteriores a nosotros habían celebrado ceremonias. Sólo disponíamos de quince minutos antes de que el momento crucial expirara. La verdad es que la vida es asombrosa. Tras meses de planear algo tan crítico para la experiencia humana sobre la Tierra, casi no llegamos a tiempo. Pero allí estábamos, y quiso el destino que también las otras cuarenta mujeres y nuestros dos colegas en Egipto estuvieran en sus sitios. Aquella inmensa ceremonia estaba a punto de convertirse en realidad. Muy deprisa establecimos las cuatro direcciones para centrar y proteger aquel espacio interior en el que se iba a celebrar la ceremonia. Gracias a mi entrenamiento con los taos pueblo para crear espacios sagrados, conocía unas determinadas intenciones que deben ser protegidas y hechas realidad. Uno debe conectarse con la Madre Tierra y el Padre Cielo en su corazón y pedir a los espíritus de las seis direcciones que contengan el espacio y protejan a los seres humanos durante la ceremonia. Uno debe traer de forma consciente la presencia del Gran Espíritu. Por supuesto, el Gran Espíritu está siempre en todas partes, pero se trata de la consciencia humana de la presencia de Dios. Sin esas intenciones, aquella ceremonia no sería más que una fantasía y carecería de poder. A nuestro alrededor, todo el anfiteatro nos reflejaba la energía de miles de años de ceremonias sagradas. Thomas nos había dado hierbas y artículos locales que debíamos colocar en el centro del círculo, tal y como mandaba la tradición de los isleños, y sabiendo lo importante que era seguir las creencias locales, así lo hicimos. Y de ese modo, cuando nos quedaban apenas tres minutos, todo quedó preparado. Miré a mi novia a los ojos. Podía leer la expectación que sentía por no saber lo que iba a suceder. Estaba prácticamente conteniendo la respiración, inmóvil por la realidad de saber que estaba a punto de ser utilizada por la Madre Tierra como una herramienta de inmenso cambio energético, un cambio que iba a afectar a todas las mujeres de la Tierra. La tranquilicé, le cogí la mano y las palabras brotaron de mis labios:
—En este momento eres la mujer más importante y sexual-mente más bella. Cierra los ojos y deja que tu espíritu entre en tu cuerpo, y permanece ahí plenamente en este momento. Durante los próximos minutos eres la Tierra que crea una nueva forma de expresar la feminidad. Miré mi reloj. Faltaban cincuenta y cinco segundos antes de que la piedra fuera depositada en el agujero sagrado de Egipto. Me volví hacia mi novia, pero ella no estaba allí. El tiempo y el espacio no significaban nada para ella en ese momento. Había accedido a un lugar en su cuerpo que sólo ella, en todo el mundo, podía entender. En mi cabeza comenzó una silenciosa cuenta atrás. No pude evitarlo. No podía imaginar lo que estaba sucediendo. Cinco, cuatro, tres, dos, uno..., ahora. Mi novia, evidentemente, no podía saber con exactitud cuándo llegó aquel segundo concreto, pero en ese preciso instante todo cambió. Ella había estado de rodillas, sentada sobre sus muslos, pero en el momento en que llegó la energía de la ceremonia una expresión de asombro se extendió por su cara. Todo su cuerpo respondió dejándose caer más cerca de la Tierra. Y, a continuación, otra onda de energía pasó a través de ella. Y otra más. Era evidente que estaba viviendo una experiencia de gran intensidad, y para mí, como hombre que la observaba, era también una experiencia sexual. Yo sabía de lo que iba aquella ceremonia, pero hasta que no la vi y sentí lo que ella estaba sintiendo no me di cuenta realmente del poder del cambio sexual a ese nivel. Se tumbó sobre la Tierra, abrió las piernas todo lo que pudo y emitió un quejido que brotó desde las profundidades de su reducto secreto y escondido. Sonó casi como un grito de dolor, pero se trataba de algo mucho más primitivo. Había entrado en una región de sexualidad en la que era totalmente masculina, y por primera vez en su vida conoció el impulso de desear unirse a una mujer hermosa. Su sexualidad normal había desaparecido, siendo reemplazada por una realidad que, según me contó después, sólo había existido en sus fantasías, pero en aquel momento era real. Era real en el ámbito de la energía corporal. De pronto, y a la misma velocidad con que la había inundado aquella experiencia, una nueva ola de energía penetró en su cuerpo y la hizo cambiar involuntariamente de posición. Se agarró a la Tierra y gimió aún más fuerte hacia el Padre Sol, que se encontraba directamente por encima de ella. Su sexualidad se había mudado al polo opuesto. Ahora era completa y totalmente femenina, y deseaba ser penetrada tan hondo como fuera humanamente posible. Todo lo que podía decir era: —Dios mío. Te amo —las palabras iban dirigidas a alguien que sólo ella podía ver. Entonces otra onda de energía la inundó y volvió a ser hombre. Pero en esta ocasión había algo de mujer mezclado con todo aquel deseo masculino. Cada vez que la energía de la Madre penetraba en su cuerpo, entraba en la polaridad sexual contraria, pero se iba acercando más al equilibrio. Como un péndulo que oscilase de un lado al otro, su sexualidad continuó cambiando de una ola de energía a otra, hasta que finalmente alcanzó un lugar cercano al centro. Cuando la energía se estabilizó, al cabo de una media hora, ambos supimos que aquella experiencia la había cambiado para siempre, a ella y a la Tierra. En el futuro de este querido planeta, las hembras iban ahora a ser alteradas muy ligeramente, para quedar más centradas en su sexualidad femenina, pues los últimos trece mil años de dominación masculina las habían arrastrado en exceso hacia el mundo de la experiencia masculina. Ahora las hembras estarían preparadas para los cambios que iban a tener lugar en el futuro, unos cambios que no podrían haber experimentado y que no hubieran sido capaces de absorber mientras permanecieran atormentadas por el desequilibrio sexual de los tiempos modernos. Sólo era el principio, pues lo que realmente había cambiado era la Red de Conciencia de Unidad sobre la Tierra. Esa red era el futuro de la humanidad, y este futuro estaba a punto de hacerse completamente dependiente de las mujeres de todos los países, culturas y religiones que la humanidad ha creado desde su mente. La precesión de los equinoccios estaba a punto de entrar en un nuevo ciclo de trece mil años, pero en esta ocasión conducido por la sabiduría femenina que todas las mujeres han guardado en un pequeño reducto secreto del interior de sus hermosos corazones femeninos. Sin ese amor incondicional, la humanidad estaría a merced de las limitaciones mentales que los hombres han construido en los últimos trece mil años para protegernos. Esta protección fue necesaria en el pasado, pero ahora constituye el mayor impedimento para la supervivencia, para la expansión de nuestra consciencia y para la ascensión de la raza humana hacia un nuevo mundo de luz. Doy gracias a Dios por el corazón femenino. Siempre ha sido así. Los hombres nos protegen cuando entramos en la parte oscura del ciclo, y las mujeres nos conducen de vuelta a la luz cuando el Gran Ciclo vuelve hacia el centro de la galaxia. Mi novia yacía desfallecida sobre el suelo, con todos y cada uno de sus músculos agotados. Acababa de experimentar el orgasmo más asombroso e inusual de su vida, y al hacerlo había salvado a la humanidad. De repente, un relámpago cruzó el cielo y los truenos retumbaron a nuestro alrededor. Aquello nos sobresaltó a los dos. Ella saltó a mis brazos y pudimos contemplar una atmósfera completamente diferente del cielo azul y las blancas nubes hinchadas que se encontraban allí cuando comenzó la ceremonia. Yo había estado tan inmerso en la energía de la ceremonia que ni siquiera me había dado cuenta de la enorme tormenta que rápidamente había envuelto toda la isla. Los rayos caían por todas partes. Se estaba convirtiendo, por momentos, en una situación muy seria. Recogimos rápidamente todas nuestras cosas y nos pusimos a buscar un refugio, pero era demasiado tarde. Un cuarto de hora después de la ceremonia, la furia de la lluvia y del viento huracanado barrían todo nuestro entorno. Nunca había visto algo parecido. Sólo podíamos ver a escasos metros delante de nosotros. Del cielo caía un muro de agua. Encontramos un lugar bajo una formación rocosa en el que apartarnos de la lluvia torrencial y nos abrazamos mientras la tormenta bramaba. Lo que ignorábamos en aquel momento era que la lluvia no iba a cesar durante tres días y tres noches. Eventualmente conseguimos regresar hasta nuestra «familia» cerca de la playa, pero nuestras vidas habían cambiado en formas que no soy capaz de explicar en estas páginas. Una tormenta de aquella magnitud no era rara en Moorea, pero que sucediera al mismo tiempo en Egipto, sí. Quince minutos después de la ceremonia de Egipto, las lluvias torrenciales se desataron en Giza y continuaron durante tres días y tres noches en aquella región desértica de la Gran Pirámide, habitualmente seca. Los periódicos informaron de que las calles de Giza estaban cubiertas por un metro de agua. Tres personas murieron ahogadas. Un periodista afirmó que Egipto nunca había experimentado algo parecido a lo largo de su historia conocida. Echando la vista atrás, aquello me pareció una liberación emocional de nuestra Madre para encontrar, una vez más, el equilibrio a sus necesidades interiores. Aunque este nuevo equilibrio sexual femenino no iba a manifestarse en el mundo hasta unos cuantos años después, para nuestra Madre era real, allí y en aquel momento, y suponía el comienzo de un nuevo ciclo de vida para su querido cuerpo, el planeta Tierra
lunes, 30 de junio de 2025
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